La reina Cleopatra
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La reina Cleopatra

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A partir de 4 años
La reina Cleopatra Había una vez, hace mucho tiempo, una reina en Egipto llamada Cleopatra. Pero ella no era una reina común. Tenía el coraje de un león, la sabiduría de un búho y la belleza de una flor de loto. Y, a diferencia de muchos de los gobernantes de su época, Cleopatra también podía leer y escribir en varias lenguas, algo muy raro en aquel entonces.

Un día, mientras paseaba por las orillas del río Nilo, Cleopatra recibió noticias inquietantes. El poderoso imperio de Roma amenazaba con invadir su amada tierra. La idea de su gente sufriendo bajo el yugo de un invasor extranjero llenó su corazón de temor. Pero Cleopatra no era una reina que se dejara vencer por el miedo.

—Esto no puede quedar así —pensó Cleopatra—. Podríamos luchar, pero, aunque venciéramos, perderíamos mucha gente. Tengo que encontrar la manera de evitar la lucha.

Después de mucho pensar, Cleopatra decidió viajar a Roma para encontrarse con el líder romano, Julio César. Su plan era persuadir a César para que no invadiera Egipto, mostrándole las maravillas de su tierra y convenciéndole de que era más ventajoso ser amigos que enemigos.

Para llegar a Roma, tuvo que ocultarse dentro de un enorme rollo de alfombra, que fue presentado a César como un regalo. Cuando la alfombra fue desenrollada, la reina alío con una gracia y elegancia que dejaron a todos los presentes boquiabiertos, especialmente al gran César.

Cleopatra le habló al César de las riquezas y la belleza de Egipto, de sus majestuosas pirámides, de las aguas cristalinas del Nilo y de la abundancia de sus tierras. Explicó cómo la alianza entre Roma y Egipto podría beneficiar a ambos reinos, creando un poderoso frente que ninguna otra nación se atrevería a desafiar.

La reina CleopatraCésar, maravillado por la elocuencia y la sabiduría de Cleopatra, decidió no invadir Egipto. En su lugar, forjó una alianza que transformó a las dos naciones en potencias conjuntas.

Cuando Cleopatra regresó a Egipto, fue recibida con alabanzas y aplausos. Había salvado a su reino no con la espada, sino con su inteligencia y sus habilidades para encontrar una solución que haga que todos se sientan felices. Gracias a ella, Egipto disfrutó de años de paz y prosperidad
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