Jorse, el caballo cantarín
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Jorse, el caballo cantarín

Edades:
A partir de 4 años
Jorse, el caballo cantarín Había una vez un caballo al que todos llamaban Jorse. Cuando no estaba pastando o rumiando, Jorse se dedicaba a cantar. Incluso tirando del carro de su amo o arando el campo, Jorse no dejaba de cantar. Era un gran cantante el caballo Jorse.

Al principio todos los animales de la granja disfrutaban con los cánticos del caballo Jorse. Los patos le acompañaban con sus graznidos y las gallinas bailoteaban a su alrededor. Las vacas movían el rabo al son de los cánticos de Jorse.

Pero con el tiempo empezó a hacerse pesado. Jorse cantaba a todas horas. ¡Y siempre lo mismo! Solo cuando comía o rumiaba estaba callado. Pero como le gustaba tanto cantar, Jorse cada vez comía menos.

Nadie se atrevía a decirle a Jorse que cambiara de canción o, mejor aún, que cerrara un poco la boca. Así que, simplemente, se alejaban cuanto podían para no escucharle o, al menos, oírle lo menos posible.

El caballo Jorse tardó varias semanas en darse cuenta de que cada vez había menos animales a su alrededor.

—Tendré que cantar más alto para que me oiga —pensaba Jorse—. Deben de haber tenido que irse muy lejos para cumplir con sus obligaciones.

Hasta que un día, Jorse dejó de cantar. Sin embargo, pasaron semanas hasta que los animales de la granja se dieron cuenta.

Fue el gallo el que dio la voz de alarma:

—Compañeros, algo grave debe de haberle ocurrido a Jorse. ¡Ha dejado de cantar!

Todos los animales de la granja, sin excepción, fueron en busca de Jorse. Lo encontraron tumbado en el prado, callado y triste.

—Esto es culpa nuestra —gimió una gallina—. Le hemos dejado solo y se ha deprimido. Ya no volverá a ser el mismo.

—Pobrecito —se compadeció una vaca—. Vamos a pedirle que nos cante algo, a ver si se alegra de vernos y se le pasa.

Jorse se levantó, pero enseguida se volvió a tumbar, sin apenas haber vocalizado un sonido.

—Estoy agotado —dijo el caballo.

Todos los animales estaban muy preocupados. El amo ni siquiera fue a buscarlo para arar el campo, ni para ir con el carro al pueblo.

—Yo me quedaré con él y le vigilaré, a ver qué le pasa —dijo el perro pastor.

Dos días después, el perro reunió a los demás animales de la granja y les dijo:

—Ya sé lo que le pasa a Jorse. De tanto cantar se ha olvidado de comer y apenas tiene fuerzas para beber. Este animal necesita comida y agua.

EJorse, el caballo cantarínntre todos ayudaron a Jorse a recuperarse animándole a comer y ayudándole a beber agua.

En apenas unos días, Jorse recuperó la energía y las ganas de cantar.

—Como no estabais me esforcé en cantar más y más alto para que pudierais oírme —dijo Jorse.

—Y te olvidaste de comer y beber —dijo un pato.

—Jorse, nos alejamos precisamente porque con tanto canto nos tienes locos —les dijo una vaca—. Un poco está bien, pero todo el día, y siempre la misma canción, es agotador.

—¡Pues haberlo dicho! —dijo Jorse.

Desde entonces Jorse solo canta a petición de sus compañeros. Además, ha incorporado nuevos temas a su repertorio, con lo que escucharlo se hace mucho más llevadero. Y ahora, siempre que alguien tiene algún problema, se lo cuenta a los demás y, entre todo, buscan una solución. Así de fácil.
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