Robbie y el verdadero valor
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Robbie y el verdadero valor

Edades:
A partir de 4 años
Valores:
Robbie y el verdadero valor Había una vez una ciudad donde la tecnología y la humanidad se entrelazaban. Allí vivía un robot llamado Robbie. Un fallo en su sistema había despertado en él una inusual curiosidad por su existencia y su razón de ser.

Durante sus tareas, Robbie conoció a una niña llamada Marian. Ella le miraba de una manera que Robbie no entendía.

—¿Por qué me miras así? —preguntó Robbie, intrigado.

—Porque veo algo en ti que no veo en otros robots. Algo... especial —respondió Marian, sonriendo.

Ese fue el inicio de una inquebrantable amistad. Desde aquel momento, empezaron a explorar, jugar y conversar. Y Marian mostró a Robbie que había mucho más en la vida que seguir órdenes programadas.

Una tarde, sentados frente al vasto horizonte de la ciudad, Robbie compartió su inquietud.

—Marian, ¿crees que un robot puede tener un verdadero valor, más allá de su función?

—Claro que sí, Robbie. Tu valor no viene de lo que estás hecho o lo que puedes hacer. Viene de... —Marian hizo una pausa, buscando las palabras correctas— de cómo afectas a los que te rodean.

Decididos a encontrar respuestas, buscaron al ingeniero Ingenius, el creador de Robbie. Su taller, repleto de inventos, era un museo de ingenio y sueños.

—Ingeniero Ingenius, necesito saber —dijo Robbie, con una voz cargada de emoción—, ¿cuál es mi propósito? ¿Cuál es mi valor?

El Ingeniero Ingenius los miró con una sonrisa cálida en su rostro.

—Robbie, te diseñé para evolucionar con tus experiencias. Tu valor... —se detuvo, señalando su corazón— está aquí, en cómo eliges actuar y en las vidas que tocas.

Con esa revelación, Robbie entendió. No era sus partes o programación lo que lo definía, sino sus acciones y su capacidad de influir en los demás positivamente.

—Marian, gracias a ti he encontrado mi respuesta. Mi valor viene de nuestra amistad, de cada momento compartido, de cada sonrisa que provocamos juntos.

Robbie y el verdadero valor—Siempre supe que eras especial, Robbie. No por lo que eres, sino por quién eres —Marian lo abrazó, sellando su amistad.

Regresaron a casa, no como un robot y una niña, sino como dos amigos con una misión de esparcir bondad y demostrar que el verdadero valor reside en el impacto positivo que podemos tener en la vida de los demás.

Entre risas y sueños compartidos, Robbie y Marian continuaron su aventura, dejando un rastro de amistad y amor en su camino. En un mundo donde la tecnología a menudo eclipsaba la conexión humana, ellos demostraron que lo más valioso es el corazón y las relaciones que construimos.
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