Zorrín y las ardillas
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Zorrín y las ardillas

Edades:
A partir de 4 años
Valores:
Zorrín y las ardillas Había una vez un pequeño zorro llamado Zorrín. Zorrín estaba obsesionado con atrapar ardillas. Pero no se conformaba con cualquiera. A Zorrín le gustaba perseguir a las ardillas más astutas, a las que se lo ponían más difícil.

El pequeño zorro lo intentaba una y otra vez, pero siempre terminaba con las manos vacías y sin ninguna ardilla a la vista.

Un día, mientras perseguía a Rapidilla, una ardilla particularmente rápida, Zorrín tropezó con una raíz de árbol y cayó en un agujero profundo.

—¿Qué voy a hacer ahora? —lloriqueaba Zorrín, mientras se lamía los arañazos.

—Deja de lloriquear, Zorrín, que todavía no hemos acabado —le dijo la ardilla Rapidilla desde arriba.

—Pero no puedo salir —dijo Zorrín.

—Yo te ayudo, espera —dijo Rapidilla .

Rapidilla fue a por ramitas y las fue dejando caer en el agujero. Al verla tan afanosa, otras ardillas se unieron a la misión de rescate.

Zorrín fue colocando las ramitas que lanzaban las ardillas. Pero como no eran muy grandes, se partían bajo su peso al intentar subir por ellas.

—Sigue intentándolo, Zorrín —dijo Rapidilla.

Zorrín fue colocando las ramas bajo sus pies, rellenando los huecos con las hojas, hasta que llegó arriba.

—Bueno, qué ¿seguimos corriendo? —dijo Rapidilla.

—Estoy agotado, Rapidilla, mejor nos tomamos un descanso y mañana seguimos—dijo Zorrín.

—Vale, pero si alguna vez me pillas a mí a alguno de mis amigas, recuerda que entre todas te ayudamos a salir del agujero —dijo Rapidilla.

—No lo olvidaré, pero nunca tuve intención de haceros daño —dijo Zorrín—. Por eso persigo a las ardillas más rápidas.

Zorrín y las ardillas—Si no quieres hacernos daño, ¿para qué nos persigues? —preguntó Rapidilla.

—Porque es divertido, Rapidilla —djio Zorrín.

—Ahora que lo sabemos, la próxima vez que pongamos una trampa la haremos menos profunda, para que no te hagas tanto daño —dijo Rapidilla.

—¿Cómo? ¿Habéis sido vosotras? ¿Os vais a enterar?

Zorrín empezó a correr detrás de Rapidilla y de todas las ardillas que había por ahí, sin dejar de reírse y de bromear.

Y ahí siguen, pasándolo en grande, correteando por el bosque.
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