El soldadito que adoraba cantar
Síguenos en:

El soldadito que adoraba cantar

Edades:
A partir de 6 años
El soldadito que adoraba cantar En el Reino de las Nubes, un sitio dónde el sol no se esconde por la noche y donde todas las fantasías se hacen realidad, vivía Felipe, un soldadito de plomo al que le encantaba cantarle a los niños.

Felipe pasaba horas y horas entonando bellas melodías para los niños de su reino. Sus cantos invadían todas las casas y así los chicos podían disfrutar de esa música tan especial que entonaba. Era una melodía tan hermosa que hacía que los bebés dejaran de llorar y durmieran plácidamente.

Todo iba estupendamente hasta que un día llegó al Reino de las Nubes, en forma de sombra, un Brujo con cara de sapo enfadado. Tenía un traje color violeta que le llegaba hasta la punta de los zapatos y estaba lleno de lentejuelas con brillos negros. Tenía una nariz muy larga y finita que terminaba como un cono gigante de helado y unos ojos saltones que le daban un aspecto temible.

El mago cara de sapo se llamaba Antón y venía de un lejano planeta llamado el Planeta de las Sombras. No tenía pinta de tener ninguna buena intención y en cuanto los niños del reino lo vieron se encerraron en sus casas por miedo a que les hiciera algo malo.

Una mañana se presentó el Mago Antón ante el soldadito.
- Hola soldadito. Han llegado hasta mi Reino noticias sobre tus increíbles melodías y deseaba pedirte un favor muy importante...
El soldadito había oído a los demás niños desconfiar del mago por su aspecto tenebroso y tuvo miedo de que tratara de engañarlo pero vio en sus ojos algo que le hizo pensar que de verdad necesitaba su ayuda.

- Dígame señor mago. ¿Qué puedo hacer yo por usted?
- Los niños enfermos de mi reino necesitan de tus canciones para mejorar. ¿Podrías venir conmigo? Por favor es importante...
-¡Por supuesto que sí! Estoy seguro de que con algunas melodías especiales que tengo guardadas los niños se pondrán muy bien.

Al día siguiente el Reino de las Nubes se despertó en silencio. Felipe no estaba allí para cantar sus melodías como siempre hacía y los niños empezaron a preocuparse creyendo que algo tenía que haberle ocurrido a Felipe para que no entonara sus canciones. Así que decidieron ir a ver a la poderosa Hada de los juguetes.

El Hada sospechó enseguida que el mago Antón había raptado a Felipe, así que le dijo a los niños que no se preocuparan y se marchó directa al lejano Planeta de las Sombras de donde procedía el brujo.

Pero al llegar al Reino de Antón, el Hada no podía creer lo que veían sus ojos. Felipe se encontraba cantando canciones para el hospital donde los niños enfermos de ese reino esperaban curarse para regresar a sus casas.

El soldadito que adoraba cantar- Mago Antón, solo puedo pedirte que me disculpes. Venía aquí dispuesta a llevarme a Felipe pero creo que todos los habitantes del Reino de las Nubes nos hemos equivocado contigo. No eres un mago malvado, sino un mago realmente bueno.
- No tienes que disculparte hada - dijo con una tímida sonrisa - a veces mi aspecto hace que la gente piense que soy malvado cuando no lo soy. Así que tranquila, estás perdonada.

Felipe decidió quedarse el tiempo que fuese necesario en el reino de Antón para así poder ayudar a todos los niños enfermos, mientras que el hada regresó al Reino de las Nubes, donde contó a todos los niños lo equivocados que habían estado con Antón y cuál era desde entonces el nuevo oficio de Felipe, el soldadito cantor.
Puntuación media: 8,4 (5659 votos)
Tu puntuación:
Análisis de sus valores
Este cuento nos recuerda que las apariencias engañan, y si nos dejamos llevar por lo que una persona pueda parecer por su aspecto, posiblemente nos equivoquemos. Es lo que le ocurre al Hada y también al resto de los niños con el mago Antón, que por su aspecto creen que ha llegado allí para tramar algún plan malvado. Pero finalmente sabemos que es todo lo contrario.

Por otro lado, el cuento nos da dos bonitas lecciones más: nos enseña por un lado lo bueno que es ayudar a quienes más lo necesitan y por otro nos recuerda que la importancia de saber perdonar a los demás aunque no se hayan portado bien con nosotros.
Cuentos con valores similares