La piedra Rosetta
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La piedra Rosetta

Edades:
A partir de 6 años
La piedra Rosetta Era el primer día de curso. En el tercer curso estaban deseando conocer a la nueva maestra. Alguien les había dicho que no era como las demás maestras, y estaban impacientes por descubrir por qué.

Nada más entrar por la puerta, la maestra dijo:

—¡Hola! Soy Adela y mi lugar favorito es la biblioteca. ¡Vamos a verla!

Con mucha alegría, la clase de tercero fue a la biblioteca.

—¡Me encanta! —exclamó Adela con un entusiasmo contagioso—. Ahora quiero que exploréis. Coged los libros que queráis y mirad a ver qué hay dentro. Si no sabéis colocarlos en su sitio, no importa, dejadlos en una esquina de la mesa y luego los ordenamos. Podéis hablar con quien queráis, compartir libros y preguntar lo que os apetezca. ¡Que empiece la aventura!

Los niños estaban muy emocionados. La nueva profesora era increíble. Jamás habían visto a nadie con tanta pasión por los libros.

Después de un rato mirando libros, una niña levantó la mano:

—Profe, profe, aquí hay una cosa muy rara. ¿Qué es esta piedra con estos signos tan raros?

Adela se acercó bajo la atenta mirada de todos los niños. Después de echarle un vistazo, dijo:

—Acabas de encontrar la fotografía de una piedra muy importante. ¿Queréis que os cuente la historia?

—¡Sí! —gritaron todos los niños, dejando sus libros y acercándose a la maestra.

—Esta es… ¡la Piedra Rosetta! —exclamó la maestra, mientras mostraba la imagen a todos los niños.

—¡Wow!

—¡Wala!

—¡Qué pasada!

—Y ¿para qué sirve esto? —preguntó un niño.

—¡Oh! ¡Qué buena pregunta! —dijo la maestra—. Esta piedra es la razón por la que hoy conocemos muchas historias del antiguo Egipto.


—¿Las de los faraones, las pirámides y esas cosas? —preguntó una niña.

—Esas —dijo la maestra—. Hace más de doscientos años, en el año 1799, un grupo de soldados franceses se encontraba en Egipto, cerca de un lugar llamado Rosetta. Mientras hacían trabajos en la región, descubrieron una piedra negra con inscripciones muy peculiares. La piedra estaba inscrita con tres tipos de escrituras diferentes: en la parte superior había extraños signos llamados jeroglíficos, que eran las antiguas letras de los faraones; en el medio había una escritura que parecía una versión más simple de los jeroglíficos, conocida como demótico, y en la parte inferior había griego, un lenguaje que sí conocían.

—¿Pero eso también tiene letras raras, no? —preguntó una niña.

—Tiene letras diferentes a las nuestras, que no es lo mismo —dijo la maestra—. El caso es que durante muchos años, nadie había podido descifrar los jeroglíficos egipcios. Las historias y secretos de los antiguos egipcios permanecían ocultos, esperando a ser leídos nuevamente. La piedra, que fue llamada Piedra Rosetta en honor al lugar donde fue encontrada, fue la clave para desentrañar este misterio. Porque el texto, aunque estaba en tres lenguajes diferentes, ¡decía lo mismo!

âLa piedra Rosetta€”¡Wala! —exclamaron los niños a coro.

—Años después —continuó la maestra—, un apasionado estudioso llamado Jean-François Champollion se interesó por esta piedra y dedicó su vida a descifrar los jeroglíficos. Usando el griego como guía, comenzó a entender poco a poco los otros textos. Y, después de mucho trabajo, ¡lo logró! Champollion descifró los jeroglíficos, abriendo la puerta a miles de años de historia egipcia. Gracias a la Piedra Rosetta y a la dedicación de Champollion, hoy podemos entender las historias, creencias y conocimientos de los antiguos egipcios. Y así, la piedra Rosetta se convirtió en uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de la historia, recordándonos la riqueza del pasado y la importancia de preservar y descifrar nuestras historias.

Los niños, entusiasmadas con la historia, empezaron a aplaudir.

—Sí que es rara la nueva maestra —comentó un niño.

—Rara no, diferente, que no es lo mismo —le dijeron los demás, entre risas. Tenían por delante un curso fascinante, lleno de historias por descubrir.
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