En la penumbra, la majestuosa Mansión de las Risas Perdidas se alzaba, imponente y misteriosa. Sus altas torres parecÃan rozar el cielo nocturno. Sus ventanas brillaban con luces titilantes y sombras que danzaban al son de los ruidos de la noche.
—¡Ayuda! —gritó Fabio—. ¿Hay alguien ah�
Ante sus ojos, una puerta chirriante se abrió sola. Fabio, con cautela, entró y vio un salón lleno de espejos. Pero allà habÃa algo que resultaba inusual: en algunos espejos, su reflejo se reÃa, mientras que en otros, no se veÃa en absoluto.
—¡Uy, uy, uy! ¡Un intruso! —escuchó una voz juguetona.
Fabio giró rápidamente, pero no vio a nadie. De repente, un objeto flotó en el aire y se posó frente a él. Era un juguete antiguo, algo desgastado por el tiempo.
—Soy Brumosillo —dijo la voz, mientras el juguete daba volteretas en el aire—. El fantasma juguetón de esta mansión.
Fabio, con asombro y una pizca de miedo, preguntó:
—¿Por qué estás aqu�
Brumosillo rio, una risa que sonaba como campanitas.
—Me quedé atrapado jugando al escondite hace mucho tiempo. Pero no te preocupes, me encanta este lugar.
—Necesito encontrar una salida —dijo Fabio, intentando disimular el miedo que le recorrÃa el cuerpo.
Brumosillo sonrió.
—Eso no será fácil, pero si me prometes jugar conmigo, te ayudaré.
Y asÃ, entre juegos y carcajadas, Fabio y Brumosillo exploraron la mansión.
Su primera parada fue la Biblioteca de los Cuentos Olvidados. En este mágico lugar, los libros no se leÃan; en cambio, al abrirlos, pequeñas figuras luminosas salÃan de sus páginas y representaban las historias ante sus ojos. En un momento, Fabio se encontraba volando sobre un dragón dorado, y al siguiente, nadaba en un océano de estrellas junto a sirenas de cabellos plateados.
—¡Esto es increÃble! —exclamó el niño.
Brumosillo rio, disfrutando de la alegrÃa de su nuevo amigo.
—¡Y eso es solo el principio!
Después de la biblioteca, el fantasma condujo a su nuevo amigo hacia una puerta que parecÃa desafiar la gravedad. Al entrar, descubrieron la Habitación Reversible. En este extraño y fascinante cuarto, lo que estaba abajo podÃa estar arriba y viceversa. Fabio, sin parar de reÃr, descubrió que podÃa caminar por las paredes y saltar desde el techo al suelo como si fuera la cosa más natural del mundo. Las lámparas flotaban y los muebles estaban pegados en posiciones imposibles, creando un divertido laberinto para los dos aventureros.
â
€”¡Jamás imaginé que un lugar asà pudiera existir! —dijo Fabio, mientras se deslizaba por una cortina que lo llevaba de regreso al suelo.
Brumosillo sonrió.
—La mansión está llena de secretos, y aún hay más por descubrir.
Mientras avanzaban, Fabio notó que, en vez de tener miedo, se sentÃa cada vez más valiente y curioso. Brumosillo, al ver esto, sonrió mientras emitÃa una luz brillante.
—No necesitas encontrar una salida, Fabio —dijo Brumosillo—. Solo necesitabas encontrar el valor de creer en ti mismo y en lo desconocido.
Con esas palabras, la puerta principal de la mansión se abrió y reveló el camino de vuelta a casa para Fabio.
Y aunque Fabio volvió a su mundo, nunca olvidó la lección aprendida en la Mansión de las Risas Perdidas: siempre hay magia en creer en uno mismo y en las maravillas que nos rodean, aunque no las podamos ver.