La carrera los panqueques
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La carrera los panqueques

Edades:
A partir de 4 años
La carrera los panqueques Corría el año 1445. En el pequeño y colorido pueblo de Olney, todos conocían a la señora Maple. Era una mujer alegre, con un delantal a cuadros, siempre con una sonrisa en su rostro. Su casa siempre olía a panqueques recién hechos, y los niños del pueblo se reunían alrededor de su ventana, esperando poder probar alguno.

Un día como tantos otros, la señora Maple estaba en su cocina, batiendo la masa para sus famosos panqueques. El sol brillaba, los pájaros cantaban y todo parecía perfecto. Solo faltaba algo, pero ¿qué?

—¡Oh, cielos! —exclamó al escuchar las campanas de la iglesia sonar a lo lejos—. ¡La misa!

Sin pensarlo dos veces, tomó la sartén con el panqueque, aún cocinándose, y salió corriendo hacia la iglesia. Sus zapatos hacían un gracioso sonido en el empedrado mientras su delantal ondeaba al viento.

Los niños que jugaban en la plaza se detuvieron y la miraron con asombro.

—¡Mirad! ¡La señora Maple corre con su sartén! —gritó uno de ellos, señalando con el dedo.

—Menos mirar y más ir a misa, gamberro —le dijo la señora Maple, sin dejar de correr ni soltar su sartén.

El cartero, que estaba entregando cartas, se rio al verla y le gritó:

—¡Vamos, señora Maple! ¡No deje que ese panqueque se queme!

—Y usted acabe con lo suyo, que llaman a misa —dijo la señora Maple

Al llegar a la iglesia, todos se volvieron para mirarla, sorprendidos. La señora Maple, sin aliento, pero con una sonrisa, dijo:

—No quería perderme la misa... ni mi panqueque.

El párroco, con una sonrisa divertida, respondió:

—¡Qué dedicación, señora Maple! A la iglesia y a sus panqueques.

Después de ese día, la historia de la señora Maple corriendo con su sartén se convirtió en la anécdota favorita del pueblo. Y al año siguiente, para conmemorar ese divertido incidente, los habitantes de Olney decidieron organizar una carrera. Pero no cualquier carrera, sino una ¡carrera de Panqueques!

La carrera los panquequesDesde entonces, cada año, las personas se reúnen en la plaza, sartén en mano, listos para correr hacia la iglesia mientras cocinan un panqueque. Y al final, todos comparten sus panqueques, ríen y recuerdan la divertida mañana en la que la señora Maple les enseñó que, a veces, es bueno correr por lo que amas, incluso si es un panqueque.

La tradición se mantuvo, y aunque los años pasan, el espíritu alegre de la señora Maple y su amor por los panqueques vivieron en el corazón de Olney. Y así, cada vez que las campanas suenan y las sartenes se preparan, los niños saben que es un día para celebrar, reír y, por supuesto, disfrutar de deliciosos panqueques.
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