La bota mágica de la generosidad
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La bota mágica de la generosidad

Edades:
A partir de 3 años
La bota mágica de la generosidad Alberto caminaba a casa después de la escuela. La noche anterior había nevado y estaba todo cubierto con una gruesa capa de nieve blanca. Al pasar por una callejuela, algo llamó su atención: una bota vieja y desgastada. Curioso, Alberto la recogió y la llevó a casa.

—Mira lo que encontré, abuela —dijo Alberto, mostrando la bota.

La abuela Rosa, una mujer de mirada dulce y cabellos plateados, sonrió.

—Es perfecta para nuestra decoración navideña, ¿qué te parece si la ponemos junto al árbol? —sugirió.

Aquella noche, Alberto colocó un pequeño coche de juguete dentro de la bota, pensando en adornarla. Al día siguiente, para su sorpresa, ¡había dos coches idénticos dentro!

—¡Abuela, mira esto! —exclamó Alberto, asombrado.

Pronto, Alberto descubrió que cualquier cosa que pusiera en la bota se duplicaba. Decidió entonces usar este milagro navideño para hacer algo bueno. Recordó a los niños del orfanato cercano y cómo anhelaban regalos en Navidad.

—Voy a hacer algo especial por ellos —dijo.

Con la ayuda de su abuela Rosa, Alberto comenzó a recolectar pequeños juguetes y golosinas, poniéndolos en la bota mágica. Sin embargo, sabía que necesitaba más para hacer una verdadera diferencia.

—Necesitamos la ayuda del señor Gómez —dijo la abuela. El señor Gómez, dueño de la tienda de la esquina, era conocido por su carácter gruñón. Pero Alberto estaba decidio a intentarlo.

En la tienda, Alberto explicó su plan al señor Gómez, mostrándole la magia de la bota.

—Es un truco de niños —respondió el señor Gómez, incrédulo.

Pero algo en los ojos llenos de esperanza de Alberto tocó su corazón. Con un suspiro, accedió a donar algunos dulces.

A medida que se acercaba la Nochebuena, la noticia de la bota mágica se extendió, y más vecinos comenzaron a donar. Alberto y su abuela trabajaron incansablemente, llenando la bota y envolviendo regalos.

La víspera de Navidad, cargaron un trineo lleno de regalos y se dirigieron al orfanato. Los ojos de los niños brillaban al ver tantos regalos.

—¡Es un milagro navideño! —exclamaron.

El señor Gómez, que los había seguido en secreto, observaba desde lejos. Al ver las sonrisas de los niños, una cálida sensación llenó su corazón.

La bota mágica de la generosidad—Quizás esta temporada no se trata solo de recibir, sino de dar —murmuró para sí mismo.

En ese momento, Alberto se acercó a él con un regalo.

—Para ti, señor Gómez, por ayudarnos —dijo Alberto, entregándole un paquete.

El señor Gómez, con lágrimas en los ojos, aceptó el regalo. Esa noche, la pequeña ciudad se llenó de risas y cantos navideños, y el corazón del señor Gómez, una vez frío y solitario, se calentó con el amor y la alegría de la comunidad.

Y así, Alberto aprendió que la verdadera magia de la Navidad no residía en la bota, sino en la generosidad y el amor compartido, uniendo a las personas de la manera más mágica posible.
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