Ana y las margaritas
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Ana y las margaritas

Edades:
A partir de 4 años
Ana y las margaritas En una ciudad lejana pero muy parecida a la nuestra vivía una niña de nombre Anita. Tenía el cabello rizado y castaño y sus ojos eran celestes como el mar. A la pequeña le gustaba mucho cantar y observar las flores de los jardines.

Pero lo que más le gustaba y hacía además con mucho cariño y dedicación era plantar margaritas en el jardín de la casa de su abuelo. Juntos las regaban y cuidaban hasta que estaban lo suficientemente grandes como para venderlas en el mercado de flores. Con el dinero que sacaban ayudaban juntos a los niños más necesitados.

Una mañana de verano, estaba Anita en casa de su abuelo de regando las margaritas cuando una señora con un sombrero marrón y un niño en los brazos se acercó y le dijo:

-Pequeña, ¿podrías darme algo de comer o algún dinero? No tengo trabajo y mi esposo está muy enfermo.

- Un momento señora, voy a entrar dentro a hablar con mi abuelo. Seguro que él puede ayudarle

Pero el abuelo de Anita se había quedado dormido mientras veía la tele y la niña no quiso despertarlo. Así que en ese momento tuvo una gran idea:

- Ya sé lo que haremos. Iremos juntas al mercado a vender las flores como cada miércoles y le daré todo el dinero que ganemos.

- Gracias pequeña, me parece una idea estupenda.

La niña cortó un enorme ramo de flores del jardín y lo adornó con unas ramitas verdes de helechos plumosos, con él partieron hacia el mercado para vender las flores.

Anita ofrecía sus margaritas a todos los que pasaban a su lado cantando una pequeña canción que ella misma se había inventado:

-¡Señora, señorita, por favor cómpreme usted estas margaritas para darme una ayudita!

Todo el mundo se paraba para escuchar su voz angelical y le compraba un ramito de flores tan bellas y sencillas como ella.

Cuando todos los ramos de margaritas estuvieron vendidos, le pidió a la señora con el niño que la acompañara hasta una tienda cercana. Allí compró tres panes, un trozo de queso y una botella de leche y se los dio a la señora del niño junto al dinero que había sobrado.

- Gracias pequeña, eres muy buena. Me gustaría darte algo a cambio, pero ya ves que no tengo mucho… ¡Espera! Tal vez sí tenga algo que pueda darte.

La señora sacó del bolsillo de su viejo abrigo una bolsita de tela azul y se la entregó a la niña.

- Esta bolsita contiene unas semillas. Debes plantarlas en tu jardín esta misma noche. No lo olvides.

Después la mujer y el niño le dieron un fuerte abrazo a Anita y ésta se lo devolvió con afecto.

Mientras los veía perdiéndose al final de la calle del mercado, se quedó pensando en las palabras de la señora.

Cuando Anita llegó a su casa ya era mediodía y su madre la esperaba para comer.

en cuanto terminó y sin contarle lo sucedido a su madre, Anita le pidió permiso para plantar las semillas en el jardín de su casa.

Esperó a que se hiciera de noche y las plantó con esmero una por una para luego regar la tierra donde descansaban. Después estuvo jugando a las muñecas y se fue a dormir.

Ana y las margaritasAl día siguiente cuando Anita despertó, fue corriendo al jardín y se llevó una gran sorpresa: de las semillas que le había dado la mujer del sombrero marrón habían brotado unas hermosas rosas blancas, más hermosas incluso que las margaritas que plantaba en el jardín de su abuelo.

La niña vendió las rosas blancas en el mercado, y también las margaritas del abuelo y cuando acabó el verano juntó todo el dinero que había ahorrado.

- He oído que van a construir una escuela para los niños que más lo necesitan y me gustaría ayudarles con esto - dijo la pequeña entregando a su abuelo todo el dinero

- ¡Pero qué buena eres Anita! Estoy muy orgulloso de tener una nieta como tú.

Anita nunca olvidó a la señora del sombrero marrón y a pesar de no volverla a ver nunca más, no pasó ni un sólo día sin que en silencio le diera las gracias por su regalo pues gracias a ella comprendió que ser generoso con quienes lo necesitan tiene maravillosas recompensas.
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Análisis de sus valores
Este cuento nos habla por un lado de la generosidad. Nos cuenta cómo la pequeña Anita aprende a compartir lo que tiene con quien lo necesita - la señora del sombrero marrón y su hijo en este caso - y que a cambio es muy feliz.
Un ejemplo también de bondad y de esfuerzo, pues la niña va a vender flores durante todo el verano para reunir suficiente dinero con el que ayudar a otros niños.
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