El misterioso robo del polvo de hadas
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El misterioso robo del polvo de hadas

Edades:
A partir de 4 años
El misterioso robo del polvo de hadas En el corazón de Bosque Encantado había una pequeña comunidad de hadas que recogía y empaquetaba el polvo mágico que crecía en los árboles, dentro de pequeñas cápsulas con forma de manzana. Con la ayuda de cientos de pajaritos, el polvo de hadas llegaba desde allí a todos los rincones del reino donde había hadas que lo necesitaban.

Pero un día, todo el polvo de hadas que estaba preparado para enviar, desapareció. Tampoco quedaba nada de polvo en los almacenes de las hadas.

—Los pajaritos se encargarán de buscarlo, chicas —dijo Eleonor, el hada que dirigía el trabajo—. Nosotras seguiremos sacando y preparando el polvo de hadas.

Pero cuando subieron a los árboles a buscar las cápsulas de las que salía el polvo, las hadas vieron que no quedaba ni una.

—¡Oh, no! ¿Qué haremos ahora? —dijo Eleonor—. Con el polvo que cada una de nosotras lleva encima no aguantaremos ni una semana.

—Tranquilla, yo os ayudaré —dijo Plumillo, el búho.

—¿Cómo vas a ayudarnos tú, Plumillo, si te pasas el día dormido? —preguntó Eleonor.

—Soy un búho nocturno y veo muy bien por la noche —dijo Plumillo.

—Pues poco viste al ladrón anoche —dijo Eleanor.

—Estaba a lo mío, Eleonor —dijo Plumillo—. Pero puedo ayudar. Esta misma noche empezaré a buscar el rastro del polvo.

—¿Por qué no empiezas ahora? —preguntó Eleanor.

—Porque ahora no veo bien, hay demasiada luz para mí —dijo Plumillo.

En cuanto empezó a caer el sol, Plumillo empezó a buscar.


—¡Increíble! —dijo Plumilllo—. El ladrón ha dejado un rastro muy claro.

—No vemos el polvo —dijo Eleanor.

—Es que no se la ha caído —dijo Plumillo—. ¡Lo ha usado para alimentar un hechizo y esconderse y que no le viera nadie!

—¿Puedes ver eso? —preguntó Eleanor.

—Claro, tengo una vista muy aguda —dijo Plumillo—. Cuando vosotras usáis el polvo dejáis un rastro. Puedo incluso adivinar quien utiliza el polvo en cada momento.

—Entonces, ¿sabes quién la ladrona o el ladrón? —preguntó Eleonor.

—Sé que no ha sido nadie que viva en este bosque —contestó Plumillo—. Pero voy a seguir el rastro, a ver a dónde me lleva. Podéis venir conmigo, pero sin hacer ruido.

El rastro llevó a Plumillo a una cueva, en lo alto de una montaña. Allí vivía un brujo al que Plumillo conoció en el pasado y del que hacía mucho tiempo que no sabía nada.

—Tenía que haberlo imaginado —le dijo el búho a las hadas—. Este es el brujo Máledor, un ser muy malvado que sobrevive robando polvo de hadas.

—Entraremos y recuperaremos nuestro polvo —dijo Eleonor.

âEl misterioso robo del polvo de hadas€”No, es muy peligroso —dijo Plumillo—. Hay que distraerlo. Entraré a saludarle. Cuando se despiste, cogéis todo el polvo que podáis y os vais.

—No, usaremos el polvo para detenerlo —dijo Eleonor—. Si nos vamos, se irá a molestar a otras hadas. Y eso no puede ser.

Después de recuperar el polvo y detener al brujo Máledor, las hadas le pidieron al búho Plumillo que fuera su guardia de seguridad.

El bújo Plumillo aceptó y, desde entonces, nadie se ha atrevido jamás a intentar robar polvo de hadas.

Desde una jaula, el brujo Máledor contempla con angustia cómo el polvo pasa delante de él sin poder cogerlo.

Tras el juicio, las hadas le condenaron a permanecer encerrado hasta que pidiera perdón y prometiera no volver a robar. Por el brujo Máledor es demasiado orgulloso y todavía no se ha arrepentido. Tal vez algún día se dé cuenta de que podría disfrutar del polvo de hadas simplemente pidiendo un poco.
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