El doctor Loco y los Verdulitos
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El doctor Loco y los Verdulitos

Edades:
A partir de 4 años
El doctor Loco y los Verdulitos Había una vez un pueblecito en el que todas las casas eran iguales, toda la gente vestía de la misma manera y se peinaba con el mismo estilo. Allí reinaba la paz, la serenidad y, según el último vecino en llegar a aquel lugar, el más profundo aburrimiento.

Todos le llamaba el doctor Loco, porque ¿quién iba a querer romper la armonía de aquel lugar? ¿Quién querría vivir en una casa diferente, ir por la calle con un aspecto diferente y hablar de una manera completamente distinta?

—Solo un loco haría esto —sentenciaban los vecinos, cada vez que el doctor se salía de las tradiciones locales.

No, el doctor Loco no estaba loco, pero a él le daba igual su apodo. Tenía la mente ocupada en su último gran invento.

—¡Lo he logrado! —exclamó un día, sosteniendo en su mano una verdura de colores brillantes.

Alina, su pequeña vecina, curioseaba desde la ventana y al ver la verdura exclamó:

—¡Qué bonita! ¿Qué es?

—Es Verdulito, mi creación más reciente.

Alina preguntó:

—¿Y qué hace?

—¡Ah! Eso es lo más emocionante. Quien lo come adquiere un talento especial. Pero aún no sé si es seguro.

Alina, que era muy curiosa, dijo:

—¿Puedo ver a Verdulito de cerca? Me gustaría olerlo.

—Toma —dijo el profesor Loco, acercando a Verdulito a la niña por la ventana—, pero no te lo comas.

Demasiado tarde. Alina no pudo resistirse y le dio un bocado a Verdulito.

—¡No! —gritó el profesor Loco—. Te he dicho que todavía no sé si comerse a Verdulito es seguro.

—Ahora lo sabremos —dijo la niña.

—Así no se hacen las cosas —protestó el profesor Loco.

Pero ya estaba hecho, así que le preguntó:

—¿Cómo te sientes?

—Siento un cosquilleo y… ¡Espera! Los pájaros me saludan. Me llaman por mi nombre y me preguntan cómo estoy.

Asombrada, Alina descubrió que podía entender a los animales. Corrió al parque y habló con perros, gatos y hasta con las ardillas.

Pero al día siguiente, el efecto desapareció. Alina se puso triste, así que fue a casa del doctor Loco para que le diera otro mordisco de Verdulito.

—¿Te encuentras bien? ¿Te duele algo?

—Sí, pero quiero seguir hablando con los animales. ¿Puedo comer otro poco de Verdulito?

El doctor Loco negó con la cabeza:

—¿Crees que estoy loco? Tengo que estudiar esto a fondo. Gracias a ti sé que Verdulito es especial, pero solo buscaba una verdura muy nutritiva, pero a la vez muy rica, nonita y llamativa. Lo que no me esperaba era esto.

—Pues es genial que te dé poderes ¿no? —dijo Alina.

âEl doctor Loco y los Verdulitos€”Lo que no sería tan genial es que, con el tiempo, te convirtiera en un animal, o que te impidiera entender a las personas, o que te salieran cuernos o branquias —dijo el doctor Loco.

—Vaya, ¿eso puede pasar? —preguntó la niña.

—No tengo ni idea, y eso es lo que voy a averiguar. Y no pienso experimentar con personas ni con animales, así que olvídate de comer Verdulitos en una buena temporada.

Alina se ofreció a ayudar al doctor Loco, aunque tuvo que prometer doscientas veces no comer más Verdulitos sin permiso.

Tras años de investigación, los Verdulitos estaban listos. Aunque ya no concedían poderes especiales, estaban tan buenos que todo el mundo quería probarlos.

—Es de locos —decían los vecinos—, pero están buenos estos Verdulitos.

Y así fue como un inventor en un pueblo aburrido, soso y sin gracia creó la verdura más rica, original y divertida del mundo.
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