El chupahelados
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El chupahelados

Edades:
A partir de 4 años
El chupahelados Había una vez un ladrón que se había pasado años robando helados.

Sí, helados.

Se le daba especialmente bien quitarles los helados a los niños instantes antes de que estos le diera la primera chupada.

Ese momento que se hace tan largo, ese momento de anticipación en el que disfrutas solo de pensar en lo rico que te va a saber ese primer lametazo al frío y dulce helado.

Ahí, en ese momento, el ladrón actuaba. Aprovechando el momento de máxima concentración, en el que los niños acercaban lentamente sus pequeñas lengüecitas a la cremosa bola de helado, el ladrón arrebataba el cucurucho y salía corriendo.

Era especialmente hábil corriendo sin que se le cayera el helado, todo hay que decirlo.

Pero lo acabaron pillando y lo metieron en la cárcel una buena temporada.

Cuando salió, el juez se lo avisó muy seriamente:

—Si te volvemos a pillar robando helados, no saldrás de la cárcel en la vida.

El ladrón de helados no quería volver a la cárcel, porque lo había pasado muy mal sin poder comer helados, así que prometió no volver a robar helados.

Lo que hizo fue todavía peor: se dedicó a chupar los helados de la gente. Pero no en un momento cualquier, no. El muy espabilado daba la primera chupada, la más rica.

La gente quedaba tan horrorizada que le tiraba el helado encima.

Fue entonces cuando le empezaron a apodar “el chupahelados”.

La policía decidió tomar cartas en el asunto. Chupar helados ajenos no era un delito, y el proceso para incluir era largo.

—Démosle una lección —dijo el jefe de policía.

Este fue el plan. Los policías se vistieron de paisano y se repartieron por la ciudad. Acordaron con los heladeros que a ellos les darían unos helados, digamos, especiales. Eran helados superpicantes. Eran tan picantes que solo con acercar la lengua ya notabas el picor.

Y así, con sus helados especiales, los policías se colocaban en un lugar en el que fuera fácil para el ladrón acercarse a dar una chupadita.


Pero no funcionó. Se conoce que el chupahelados prefería los helados de los niños. Así que a los agentes no les quedó otra que disfrazarse. Así que eligieron a los más menuditos y con, algunas tretas y varias mañas, los hicieron pasar por críos. Las bromas en la comisaría duraron meses, pero eso es otra historia.

El chupaheladosEsto sí coló. Y no tardaron mucho en conseguir que el chupahelados diera su primera chupada a uno de esos helados especiales.

Los alaridos se escucharon hasta en la Antártida.

No quedó fuente, grifo ni estanque en la que el chupahelados no metiera la boca.

Esa fue la última vez que el chupahelados chupó un helado ajeno. Pero fue tal la pena que le dio a todo el mundo que, desde entonces, los vecinos se turnan para regalarle un helado.

Al principio, el chupahelados desconfió, pero con el tiempo se le pasó. A cambio del helado, el chupahelados regala a los niños un número de magia o de circo, para que se rían y disfruten un rato. Parece que el trato ¡funciona!
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