Ataque a los polibots
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Ataque a los polibots

Edades:
A partir de 6 años
Ataque a los polibots En Villabot ya no había policías a la antigua usanza, sino polibots, robots que vigilaban las calles, cuidaban de la ciudadanía y perseguían a los malhechores.

La gente estaba encantada con los polibots.

Al único que no le hacían mucha gracia era a don Horacio, el antiguo capitán de policía.

—Si no me hubiera jubilado jamás hubieran entrado aquí estos trastos —decía a todas horas.

Un día, don Horacio recibió una visita sorpresa: era su nieto Luisito.

—Hola, abuelo —dijo el niño.

—¡Vaya, qué sorpresa! ¿Qué haces tú aquí? —preguntó don Horacio.

—Mamá se ha tenido que ir corriendo a ayudar a una amiga, y me ha traído hasta aquí. ¿Hacemos algo divertido?

—¿Cómo qué?

Don Horacio tenías muchas preguntas que hacerle a su nieto, pero prefirió dejarlas para más tarce.

—¿Por qué no me llevas a la comisaría donde trabajabas antes? ¡Me encantaria ver a los polibots!

—¡Esos trastos!

—Venga, abuelo, que seguro que no es para tanto.

Don Horacio accedió y llegó a Luisito a la comisaría. Pero, para su sorpresa, allí no había ningún robot y estaba todo revuelto.

—¿Dónde se han metido los polibots? —preguntó Luisito.

—Esto me huele mal, Luisito. Y mi olfato de policía nunca falla.

Don Horacio y su nieto empezaron a mirar en la comisaría, sala por sala.

—Mira, abuelo, parece que los polibots se han echado una siesta en el gimnasio —dijo el niño.

—¿Una siesta? Esto es muy raro, Luisito. Estos polibots ni siquiera necesitan cargarse. Les basta con moverse y con ponerse al sol para generar energía y mantener sus baterias cargadas.

—Abuelo, mira, allí se mueve algo —dijo el niño.

—Escóndete, calla y escucha —dijo don Horacio.

No tuvieron que esperar mucho. De una de las salas salía un polibot, arrastrando a otro robot. Lo dejó tendido y empezó a mirar a su alrededor.

—Sa-lid de a-hí, los h-uma-nos no po-dé-is es-tar a-quí —dijo el polibot, con voz su robótica y entrecortada.

—¡Sabía que no érais de fiar! —gritó don Horacio—. Luisito, corre y busca a alguien que pueda ayudarnos.

—Yo os a-yu-du —dijo el polibot.

—Pero ¡si acabas de tumbar a todos los polibots de la comisaría! —gritó don Horacio.

—Yo no he tum-ba-do a na-di-e, los he res-ca-ta-do —dijo el polibot.

—Además de delincuente ¡eres un embustero! —gritó don Horacio.

El polibot levantó los brazos y apuntó con su dedo a una gran pantalla.

—Mi-rad a-llí —dijo el polibot.

En la pantalla aparecieron unas imágenes espeluznantes. Unos seres humanos habían entrado en la comisaría y habían disparado a los robots con unas armas de las que salían unas ondas que, al impactar con los robots, los anulaban por completo.

Después, aquellos seres humanos se llevaron todo lo que pudieron y huyeron del lugar.

Don Horacio se quedó congelado de la impresión. Pero Luisito todavía tenía una pregunta:

—¿Dónde estabas tú, polibot? ¿No estarías conchabado con ellos? ¿Seguro que no eres su cómplice? No me creo que seas el único que no sufrió daño alguno.

—Yo es-ta-ba en la sa-la de re-pa-ra-ci-o-nes y, al sa-lir, me en-con-tré to-do es-to. Es-ta-ba re—uni-en-do a to-dos los to-bots pa-ra re-pa-rar-los.

Ataque a los polibotsVaya, pensamos que tú, en fin, que habías hecho todo esto —se disculpó don Horacio.

—Abuelo, vete a buscar al ingeniero del ayuntamiento mientras yo ayudo a este polibot —dijo Luisito—. Vamos, no hay tiempo que perder, unos delincuentes andan sueltos y hay que detenerlos.

—Sí, tienes razón —dijo don Horacio.

—Llama también a tus antiguos compañeros, abuelo —dijo Luisito—. Alguien tendrá que sustituir a estas máquinas mientras vuelven a estar operativas.

—Hubieras sido un gran policía, Luisito, si no fueran ya todos robóticos —dijo don Horacio,

—Después de esto, seguro que en la comisaría volverá a haber personas —dijo Luisito.

—Es-toy de a-cu-e-rdo —dijo polibot.

Gracias a la rápida intervención del don Horacio y de Luisito, los delincuentes fueron atrapados.

A partir de aquel día, los seres humanos volvieron a sus puestos como policías, junto con los polibots.

—Algún día seré comisario, abuelo —dijo Luisito.

—Y lo que has hecho para salvar a la ciudad estrenará tu hoja de servicios —dijo don Horacio.

—Co-mi-sa-ri-o Lu-i-si-to, a sus ór-de-nes.
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