Una niña llamada Juana Inés
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Una niña llamada Juana Inés

Edades:
A partir de 6 años
Una niña llamada Juana Inés En el México del siglo XVII vivió una niña llamada Juana Inés. Desde muy pequeña, Juan Inés mostró una inmensa curiosidad por los libros y las palabras, algo poco común para las niñas en esa época.

—¿Por qué no puedo leer como los niños, mamá? —preguntaba Juana Inés.

—Porque así ha sido siempre, hija—respondía su madre con dulzura, pero también con un deje de tristeza en su mirada.

Juana Inés, no obstante, era indomable en su pasión. A escondidas, observando y con inocentes preguntas, la niña aprendió a leer. Y así, cada noche, bajo la suave luz de las velas, se sumergía secretamente en mundos hechos de palabras, viajando a través de las páginas de los libros que robaba del estudio de su abuelo.

Un día, Juana Inés, ya mayorcita, tomó una decisión que sorprendió a todos.

—Me uniré al convento —anunció.

La noticia se extendió como el viento por todo el lugar, causando murmullos y miradas de sorpresa enter los que la conocían. Pero Juana Inés sabía que esa era su única oportunidad para continuar aprendiendo, para no ser obligada a casarse, y para escribir, su mayor pasión.

En el convento, entre rezos y murmullos de otras monjas, la pluma de Juana Inés danzaba sobre el papel, creando palabras que volaban alto, tan alto que superaban las gruesas paredes de piedra.

Escribía sobre la libertad, sobre el derecho de todas las mujeres a aprender y a expresarse, y sobre cómo todas las personas, independientemente de su género, deberían tener las mismas oportunidades.

Sin embargo, sus palabras no eran bien recibidas por todos. Un día, un grupo de hombres influyentes vino a hablar con ella.

—Sus palabras son peligrosas, Sor Juana —le dijeron con severidad.

—Mis palabras son verdaderas —respondió ella, sin temor, dejando que sus palabras resonaran en las antiguas paredes del convento.

Los hombres se fueron, murmurando entre ellos, dejando atrás una amenaza velada. Sin embargo, Juana Inés no dejó que el miedo la paralizara.

Su pluma no dejó de moverse, sus palabras no dejaron de fluir, su voz no dejó de resonar.

Juana Inés mostraba con cada acción, con cada palabra escrita, que el valor y la perseverancia pueden hacer que las voces sean escuchadas, incluso en los tiempos y lugares más difíciles.

Un día, una pequeña niña llamada Isabel entró furtivamente al convento. Se acercó a sor Juana Inés.

—Usted es valiente, Sor Juana. Yo también quiero leer y escribir, pero mi padre dice que las niñas no deben hacer esas cosas.

Juana Inés sonrió.

âUna niña llamada Juana Inés€”Isabel, las palabras y el conocimiento no conocen de género—le dijo suavemente—. Sigue tu corazón, sigue tu pasión, y un día, podrás cambiar el mundo con tus propias palabras.

Isabel, tocada por la sabiduría y la bondad de Sor Juana, dejó el convento con un nuevo fuego ardiendo en su interior.

Sor Juana Inés, a pesar de los desafíos y las adversidades, nunca dejó que su pluma se secara. Su voz, escrita en papel antiguo, encontró el camino hacia el futuro, tocando los corazones de muchas generaciones por venir.

Y así, la historia de Sor Juana Inés, la monja, la poeta, la valiente mujer que nunca dejó que nada apagara su voz, continuó resplandeciendo a lo largo de los siglos.

La niña que un día desafió las reglas, que se vistió de monja para poder seguir aprendiendo y escribiendo, nos enseñó que nuestra voz es nuestra mayor arma y que, con ella, podemos luchar por un mundo más justo y equitativo para todas y para todos.
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