Reboto y los nanobots
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Reboto y los nanobots

Edades:
A partir de 6 años
Reboto y los nanobots La estación espacial TX-02A estaba custodia por Reboto, un robot que mantenía alejados a los invasores con su extraordinaria y potente luz. Reboto siempre permanecía estático, como un guardián silencioso, desafiando a cualquier extraterrestre que osara acercarse a los recursos que protegía.

Pero las luces de Reboto no eran infinitas. Necesitaba unos cristales de energía especiales, los mismos que se desarrollaban en la estación espacial y que con tanto celo protegía Reboto.

Un grupo de alienígenas malhechores sabía que Reboto necesitaría cambiar los cristales en algún momento. Por eso llevaban años escondiéndose detrás de los meteoritos para atacar. Era la forma más rápida y sencilla de hacerse con los cristales energía.

Los habitantes de la estación espacial hicieron llegar a Reboto los cristales que necesitaba para que él mismo sustituyera los antiguos.

Reboto se quitó el primer cristal. Pero justo cuando se iba a colocar el cristal nuevo, uno de los alienígenas se lanzó hacia él. Con un rápido movimiento, cogió un cristal de energía y voló lejos, riendo con un extraño sonido que rebotaba en las paredes de metal de la estación espacial.

Los alienígenas continuaron robando los cristales, uno tras otro, mientras Reboto permanecía inmóvil, observándolos con tristeza. Como no se movía, nada podía hacer. Justo cuando parecía que todo estaba perdido, una pequeña voz sonó desde dentro del robot.

—Puedo ayudar —dijo la voz.

Era un nanobot, un pequeño ser microscópico que había estado viviendo en el robot durante meses, reparando sus circuitos y manteniéndolo en buen estado.

—Eso es muy amable de tu parte, pero ¿qué puedes hacer? —preguntó Reboto—. Eres muy pequeño.

—Eso es cierto —respondió el nanobot, su voz sonaba llena de determinación—. Pero tengo muchos amigos y ¡tengo una idea!

El nanobot se adentró en los intrincados circuitos del robot, llamó a sus amigos y les contó su plan.

Al día siguiente, todos los alienígenas se prepararon para atacar al Reboto.

—Casi no le quedan cristales, será fácil coger los que

se acercó, listo para robar otro cristal. Justo cuando sus tentáculos rozaron la superficie del robot, un grito resonó:

—¡YAAAAAAR!

Miles de nanobots emergieron del robot, cada uno con un resplandor propio, formando un escudo de energía que parecía un monstruo espantoso. El alienígena gritó, sus colores parpadeando con miedo, antes de huir a toda prisa.

Reboto y los nanobotsLos otros alienígenas, viendo el temor en su compañero, también se asustaron y volaron lejos, dejando al robot y sus preciados cristales a salvo. El robot resplandeció con alivio y alegría mientras los nanobots volvían a su interior.

—Gracias, mis valientes amigos —dijo el robot—. ¿Cómo puedo recompensaros?

—Podrías aprender a moverte, y así podrías hacer algo más la próxima vez —dijo uno del os nanobots—. Si te apagas, nos quedaremos sin hogar, y nos tendremos que buscar otro. Y aquí estamos muy bien.

—Tendréis que echarme una mano con eso —dijo Reboto.

—¡Por supuesto! —exclamaron los nanobots.

Gracias a la ayuda de los nanobots, Reboto es ahora invencible y los cristales de energía están más protegidos que nunca. Cosas del trabajo en equipo.
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