Paquito, el del palito
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Paquito, el del palito

Edades:
A partir de 4 años
Paquito, el del palito Paquito era un niño muy alegre y divertido que se pasaba el día creando inventos. Como Paquito necesitaba muletas para caminar, había inventado una muleta superfina y ligera que le permitía desplazarse cómodamente por cualquier parte.

Gracias a esa muleta se había ganado el apodo de “Paquito, el del palito”. Pero eso a él le daba igual, porque él se sentía como un superhéroe con ella.

Un día, la familia de Paquito dijo que se iban de excursión a la montaña.

—¡Me apunto! —dijo Paquito.

—No sé yo si será buena idea, hijo —dijo su padre.

—Con mi supermuleta puedo ir a cualquier parte —insistió Paquito. No le gustaba nada que le dejaran fuera de ciertas actividades por ser cojo.

—Pues nada, nos vamos todos a la montaña —dijo su madre.

Nada más empezar a caminar por la montaña, Paquito empezó a quedarse atrás. Con su muleta podía hacer muchas cosas, pero no podía ir al ritmo de los demás.

—Tranquilos, que os alcanzo —dijo Paquito.

Aun así, se iba quedando cada vez más y más atrás.

Después de una hora, Paquito estaba muy cansado. La muleta era maravillosa, pero él tenía dificultades para caminar, eso era innegable, y tampoco estaba en muy buena forma. Estaba agotado.

Estaba sentado descansando cuando un terremoto sacudió la montaña. Paquito empezó rodar, pero enseguida usó su muleta para engancharla en las ramas de unos arbustos.

Cuando la tierra dejó de temblar, Paquito se levantó y empezó a llamar a su familia. ¿Habrían rodado cuesta abajo? ¿Habrían encontrado refugio?

Paquito miró a su alrededor. No había nadie por allí, y abajo tampoco se veía a nadie.

—Tendré que subir a buscarlos —dijo Paquito.

Con mucho esfuerzo, el muchacho empezó a subir. El sendero todavía se veía bien, y el terremoto había quitado de en medio las piedras más molestas.

—Mira, no hay mal que por bien no venga —dijo Paquito, intentando ser positivo y no perder la calma.

Cada poco, Paquito llamaba a su familia, a ver si alguien contestaba.

Mantener la esperanza era cada vez más duro, hasta que, de pronto, escuchó algo.

—¿Estáis por aquí? —gritó Paquito.

—¡Aquí, aquí! —oyó Paquito.

El sonido era cercano, pero no se veía a nadie.

Tardó un poco en darse cuenta de que junto a él había un gran montículo y un montón de piedras delante.

Paquito se acercó un poco más.

—¿Estáis ahí? —gritó.

—Aquí, aquí —dijeron varias voces.

La familia de Paquito estaba atrapada en una especie de cueva y la entrada estaba cubierta de piedras.

Paquito, el del palitoOs sacaré de ahí, no os preocupéis —dijo el muchacho.

—Vete a buscar ayuda, hijo. Hay muchas piedras y no las podemos mover.

—¿Quién ha dicho que no? —dijo Paquito, blandiendo la muleta.

El muchacho usó la muleta para hacer palanca en las piedras, activando alguno de los mecanismos que él mismo utilizaba para caminar mejor.

Cuando por fin consiguió liberar un agujero de tamaña suficiente para que su familia pudiera salir, Paquito se sentó. Estaba agotado.

—Escuchad, viene un helicóptero de rescate.

La historia de lo que había hecho Paquito con su muleta llegó a todos los rincones del mundo. Mucha gente se interesó por su invento e incluso le invitaron a presentarlo en grandes universidades.

Pero lo que más le gustó a Paquito de todo lo que pasó fue que le cambiaron el mote. Ahora todo el mundo lo conoce como “SuperPaquito, el del superpalito”.
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