Héctor, el halcón, y los huevos de chocolate
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Héctor, el halcón, y los huevos de chocolate

Edades:
A partir de 6 años
Héctor, el halcón, y los huevos de chocolate Héctor, el halcón, tenía su nido en lo alto de una montaña rocosa. Allí vivía con sus polluelos. Pero los polluelos de Héctor el halcón eran especiales: habían nacido de huevos de chocolate.

Cuando se corrió la voz del milagroso nacimiento, todos los animales del bosque querían coger un polluelo del nido del halcón para comérselo.

Héctor el halcón tenía mucho miedo, y no dejaba a sus polluelos solos ni un momento.

—Papi, tenemos hambre —piaban los polluelos.

—Pero si me voy alguien puede venir a comeros, pensando que sois de chocolate —dijo Héctor.

—Papi, tenemos hambre —seguían piando los polluelos.

Héctor el halcón decidió salir a por comida para sus pequeñines.

En cuanto empezó a volar, vio cómo muchos animales del bosque intentan trepar por la montaña para subir al nido. Pero enseguida se caían o se daban la vuelta.

Héctor se quedó más tranquilo, pero no bajó la guardia.

Un día, mientras sobrevolaba el bosque en busca de comida, Héctor vio algo raro entre los arbustos. Era el zorro Zorriño, el animal más astuto y terco que vivía en aquel bosque.

—¿Qué lleva Zorriño a la espalda? —se preguntó Héctor.

El halcón se escondió en la copa de árbol y observó.

No tardó mucho en descubrir qué pasaba. Zorriño había construido un arnés con unas alas mecánicas con las que podía volar.



Rápidamente, Héctor trazó un plan. Sabía que Zorriño era rápido y astuto, pero también sabía que él tenía la ventaja. Sí, Zorriño también tenía alas, pero no tenía la destreza de Héctor como volador.

Con un grito agudo, Héctor se lanzó en picado hacia Zorriño, con sus garras extendidas y sus ojos fijos en el zorro.

Zorriño, que apenas había levantado el vuelo, se asustó al ver a Héctor acercándose a gran velocidad y se dio la vuelta para huir.

Pero Héctor no se detuvo. Siguió volando en círculos alrededor de Zorriño, para mantenerlo alejado de su nido.

Después de un rato, Zorriño decidió que era mejor abandonar y se alejó. El valiente halcón regresó a su nido, donde sus polluelos lo esperaban ansiosos.

Héctor, el halcón, y los huevos de chocolateEsa noche, Héctor les contó a sus crías su aventura. Les enseñó que a veces, la valentía no significa no tener miedo, sino enfrentarse a ese miedo por aquellos a quienes amamos. Los polluelos escucharon atentamente, admirando a su valiente padre.

—¿Y si les damos los cascarones de los que nacimos? —dijo uno de los polluelos.

—Sí, los de chocolate —dijo otro polluelo.

—¡Qué buena idea! —dijo Héctor.

Los animales del bosque, con Zorriño a la cabeza, agradecieron mucho el detalle de Héctor cuando les llevó los cascarones de chocolate de sus polluelos y le prometieron no volver a molestarlos nunca más.
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