En un planeta llamado Pervoria
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En un planeta llamado Pervoria

Edades:
A partir de 4 años
En un planeta llamado Pervoria Había una vez, en un planeta lejano llamado Pervoria, una civilización avanzada conocida como los pervorianos. Los pervorianos poseían una tecnología inigualable. Eran capaces de viajar a través de las estrellas y modificar el tiempo mismo. Además, lo tenían todo automatizado: sus casas, sus trabajos, sus medios de transporte… ¡Todo!

Allí vivía el pequeño Tephix, un pervoriano un poco diferente a los demás, porque se sentía fuera de lugar. Tephix nunca había descubierto una tarea que le proporcionara satisfacción, y no sabía qué hacer. Veía a sus amigos y vecinos llevar a cabo proyectos y trabajos impresionantes, pero él no podía encontrar una forma de contribuir.

Un día, Tephix decidió ir a visitar a su abuelo, que vivía en una casa antiquísima, a ver si le ayudaba con su problema.

—¿Qué haces, abuelo? —preguntó Tephix.

—Limpiar, ¿no lo ves? —dijo el abuelo.

—Existen sistemas para eso, abuelo, incluso hay robots que lo hacen y funcionan fenomenal —dijo Tephix.

—¿Y qué haría yo todo el día si lo único que tengo que hacer me lo hace un robot? —dijo el abuelo.

—Un montón de cosas —dijo Tephix.

—Anda, ven y coge una escoba mientras me cuentas a qué has venido —dijo el abuelo.

—¿Una esco-qué? —preguntó Tephix, extrañado.

El abuelo le dio una escoba y le explicó cómo se usaba. Mientras barría, Tephix le contó a su abuelo su problema.

—Mi problema es que me aburro, abuelo, no sé qué hacer.

—Puedes inventar algo, como hacen los demás —dijo el abuelo.

—Ya, eso hago, pero cuando acabo no sé qué hacer —dijo Tephix—. Me gustaría leer, pero no hay manera de encontrar libros, solo esos dispositivos que te pones en la cabeza y te meten la historia en el cerebro. Y no digamos hacer deporte, todo virtual, con hologramas y sin sudar una gota, con esos sensores en la cabeza.

—Pásame la fregona, anda —dijo el abuelo—. Mira, esto se usa así.

Mientras el abuelo enseñaba a Tephix a fregar, el muchacho siguió contándole sus cosas.

—¿Y has visto esos aparatos para viajar? Te sientas y puedes visitar cualquier sitio desde tu sillón y aprenderlo todo del lugar sin moverte de cada. Lo he probado varias veces, pero no sé…

—Esto está listo —dijo el abuelo—. ¿Qué tal te sientes?

—Un poco cansado —dijo Tephix—. ¿Qué te falta por hacer?

—En la planta de arriba hay que limpiar el polvo —dijo el abuelo.

—No sabía que eso se limpiaba —dijo Tephix.

—Aquí no hay chupapolvos de esos, aquí se pasa la bayeta —dijo el abuelo.

En un planeta llamado Pervoria—Ah, qué interesante —dijo Tephix—. Te ayudo.

Después de pasarse un buen rato limpiando, el abuelo de Tephix le dijo:

—Hora de cocinar.

Tephix ayudó a su abuelo a pelar las verduras, a trocear la carne y a cocinar todos los ingredientes.

—Jamás había probado un guiso tan bueno —dijo Tephix.

Después de comer, Tephix y su abuelo jugaron en el jardín. Jugaron a un juego con bolas metálicas, a un otro que consistía en lanzar fichas de metal a una mesa llena de agujeros y también con unas piezas de cartón llenas de dibujos.

—Qué buena tarde he pasado, abuelo. No me he aburrido nada. Aunque estoy agotado.

—Pues cuando quieras, ya sabes dónde estoy —dijo el abuelo—. Y si aburres, no lo dudes: armado con escoba, fregona y bayeta, no tendrás tiempo de aburrirte.
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