El perro y el topo
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El perro y el topo

Edades:
A partir de 6 años
El perro y el topo Había una vez un perro que guardaba una gran finca en la que crecían árboles, flores y plantas de todo tipo. Todo iba bien hasta que en la tierra empezaron a aparecer agujeros.

El perro no sabía qué pasaba. Inquieto por si le regañaban a él por los agujeros, el animal empezó a olfatear en busca del culpable. Y así fue como, en una de esas, pilló a un topo asomando la cabeza por uno de los agujeros.

—¡Te pillé! —dijo el perro, mientras los cogía con cuidado entre sus dientes y lo sacaba de allí.

—¡Suéltame, chucho! —dijo el tipo.

El perro lo soltó y, muy indignado, le dijo:

—¿A quién llamas tú chucho, pequeño saboteador? ¿Es que no ves cómo lo has dejado todo?

—Soy un topo, y esto es lo que hago —contestó el pequeño mamífero.

—Pues tendrás que irte a otra parte si no quieres que los dueños de estas tierras acaben contigo —dijo el perro.

—Hagamos un trato —dijo el topo—. Si me ganas en una carrera de un lado a otro de la finca me iré sin rechistar.

El perro se rio con ganas. Cuando acabó, le dijo al topo:

—Está bien, pero llevas las de perder, y lo sabes.

El topo dijo:

—Seguramente, pero es que no me gusta irme de los lugares que me gustan así como así. Mañana a primera hora nos vemos.

Durante el resto del día el topo buscó a otros topos que también estaban en la finca.

—Si nos organizamos venceremos al perro y ni se dará cuenta —les dijo a los demás. Y eso hicieron.

Al día siguiente, el topo le dijo al perro:

Yo iré bajo tierra, porque no veo muy bien y a plena luz del día me desoriento. Pero me asomaré cada poco por los agujeros que he ido haciendo para que me veas.

El perro intuyó algo raro y le dijo

—Esto no será posible, topo, porque tendré que correr mirando hacia atrás. ¿O es que de verdad crees que irás tan deprisa como para salir delante de mí en los agujeros?

—Nombra a un árbitro que vigile entonces —dijo el tipo.

El topo fue a buscar al caballo y este aceptó ser el árbitro de la carrera.

El caballo dijo:

—Preparados, listos… ¡ya!

El perro empezó a correr como si le fuera la vida en ello. Pero al poco vio asomar la cabeza del topo por delante de él.

Sin entender cómo lo había hecho, el perro corrió aún más rápido. Pero no tardó mucho en ver la cabeza del topo en el agujero que tenía justo frente a él.

Y así, agujero tras agujero, el perro siempre veía al topo antes de llegar. Y, cuando llegó al final, junto en ese mismo momento, salió el topo.

âEl perro y el topo€”¡Empate! —dijo el caballo.

—¿Cómo es posible? —preguntó el perro.

El tipo silbó y otros seis topos salieron por el agujero.

¿Me has engañado? —dijo el perro—. Cada vez que iba a llegar a un agujero salía un topo diferente.

—Ha sido un jugo divertido —dijo el topo—. Espero que te haya servido de lección para no ser tan arrogante y presuntuoso la próxima vez.

Los topos se despidieron del perro y del caballo y se buscaron otro lugar donde hacer sus túneles. Allí ya los habían descubierto y era muy peligroso continuar en esas tierras.

El perro aprendió la lección y nunca más volvió a despreciar a nadie por parecer más débil o más pequeño porque, como bien pudo comprobar, en muchas ocasiones basta con ser más listo. Y, al contrario que la estupidez, que se ve a la legua, la inteligencia puede pasar desapercibida.
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