El misterio de la escalera
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El misterio de la escalera

Edades:
A partir de 6 años
Valores:
El misterio de la escalera Desde muy pequeña Laura pasaba sus vacaciones de verano en la casa de campo de su abuela junto a sus primos. En total eran siete niños y niñas. Los días de más calor se bañaban en un pequeño lago y por las tardes ayudaban a cuidar de los animales de la granja.

A Laura la casa de su abuela siempre le había parecido muy misteriosa. Sobre todo por la escalera. A los niños les daba bastante miedo subirla o bajarla. Era en forma de caracol y decían que se mareaban. Por la escalera se subía al piso donde estaban todas las habitaciones y los baños. En el tercero se encontraba el desván. Al pasar las manos por la barandilla, la escalera emitía un sonido parecido al de un lamento. Cada vez que lo oían, Laura y sus primos se quedaban paralizados en los peldaños y en cuanto podían buscaban un lugar para esconderse.

Una noche, mientras toda la familia dormía, Laura se despertó con mucha sed. Decidió armarse de valor y bajar las escaleras de caracol para llegar hasta la cocina y beber un poco de agua. Encendió la luz del pasillo y cuando fue a encender la de la escalera se dio cuenta de que se había fundido. Por lo tanto, tuvo que bajar casi a oscuras hasta la planta de abajo de la casa.

Puso la mano en la barandilla y al momento escuchó ese sonido extraño. Decidió averiguar de dónde procedía el sonido. Comenzaron a temblarle las piernas. En ese momento la escalera volvió a emitir el lamento espeluznante. Cada vez parecía estar más cerca, como si la persiguiera. Decidió encerrarse en la cocina de un portazo. Colocó incluso un banco de madera para reforzar la puerta. Sintiéndose segura, abrió la nevera y se sirvió un vaso de agua. Fue entonces cuando alguien empezó a empujar la puerta para abrirla. Se quedó paralizada. Cuando comenzó a abrirse la puerta se escondió bajo la mesa. Desde allí pudo ver las patas de un enorme animal que entraba lentamente en la cociEl misterio de la escalerana. De un salto se subió a la mesa y empezó a beberse el vaso de agua que Laura se había servido. Cuando se fijó mejor, la niña se dio cuenta de que no era tan grande como había pensado. En realidad era un gato adulto de color atigrado y ojos verdes. Ahí se dio cuenta de que era él quien emitía aquellos lamentos que oían desde la escalera. Debajo del último peldaño se había acomodado en una cama hecha con trapos junto a ella, porque en realidad era una gata que tenía cuatro pequeños gatitos. Ella y sus primos los cuidaron durante todo el verano y al llegar septiembre ya fueron adultos para vivir solos en la finca.
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