El cuadro cambiante
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El cuadro cambiante

Edades:
A partir de 4 años
El cuadro cambiante Era un sábado por la mañana cuando Adriana y Daniel decidieron visitar el museo local. A Adriana siempre le había fascinado el arte y Daniel adoraba descubrir las historias detrás de cada objeto antiguo.

—Mira este cuadro, Daniel —dijo Adriana, apuntando hacia un lienzo majestuoso que representaba un bosque con un arroyo brillante.

—Es hermoso, pero... espera un momento — dijo Daniel, frunciendo el ceño—. ¿No había un desierto ahí hace un momento?

Adriana parpadeó en sorpresa.

—Tienes razón. ¡El paisaje ha cambiado!

Mientras observaban, el cuadro volvió a transformarse, mostrando esta vez una montaña nevada. La curiosidad les picó empezaron a preguntar a la gente sobre el cuadro. Fue entonces cuando el señor Román, el anciano guardián del museo, se acercó.

—Ese es el cuadro de don Federico —dijo con una voz rasposa—. Cuentan que amaba tanto la naturaleza que pudo plasmar su alma en ese lienzo.

Adriana y Daniel escucharon con atención mientras el señor Román les contaba la leyenda de don Federico, un artista que viajaba por el mundo pintando paisajes. Amaba tanto la naturaleza que, en su último viaje, encontró una forma de atrapar la esencia de cada lugar en su cuadro.

—¡Quiero ver más! —exclamó Adriana, emocionada.

Sin previo aviso, y mientras ambos miraban el cuadro, el museo a su alrededor desapareció. Se encontraron en medio del bosque encantado que habían visto en el cuadro. Criaturas mágicas los rodeaban: hadas revoloteando, elfos escondidos entre los árboles y un búho sabio que los observaba desde una rama.

—Creo que el cuadro nos ha traído aquí —susurró Daniel, asombrado.

El búho, con una mirada penetrante, les habló:

—El cuadro de don Federico no solo muestra paisajes; también puede llevar a aquellos con corazones puros a los lugares que retrata. Pero deben aprender algo antes de regresar.

Guiados por el búho, Adriana y Daniel experimentaron la maravilla del bosque, aprendiendo sobre cada criatura y planta. Descubrieron que cada elemento de la naturaleza tenía su propia historia y valor.

Al anochecer, regresaron al lugar donde habían aparecido, y el búho les dijo:

El cuadro cambiante—Habéis visto la belleza de la naturaleza. Ahora debéis prometer protegerla y respetarla siempre.

Con lágrimas en los ojos ambos niños asintieron. De repente, se encontraron de nuevo en el museo, frente al cuadro que ahora mostraba el bosque encantado bajo un cielo estrellado.

El señor Román les sonrió, dándose cuenta de que habían descubierto el secreto del cuadro.

—Ahora vosotros también son parte de la historia de don Federico —les dijo.

Desde ese día, Adriana y Daniel no solo se convirtieron en defensores de la naturaleza, sino también en narradores, contando a todos la magia del cuadro mágico y la importancia de cuidar nuestro mundo.
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