Caballos y ratones
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Caballos y ratones

Edades:
A partir de 6 años
Caballos y ratones Había una vez un hermoso lago apartado, junto al que había un pueblo abandonado. A pesar de la belleza del lugar, los habitantes de aquel pueblo se habían ido marchando, pues estaba muy lejos de la ciudad.

El viejo pueblo abandonado se había convertido en un paraíso para un grupo de ratones que llegó allí, tras largas semanas buscando un refugio. Allí crearon su hogar. Poco a poco la comunidad de ratones fue creciendo y tuvieron que organizarse.

Todo iba bien hasta que un día el pueblo empezó a temblar. Un ruido tremendo se acercaba y con él aumentaba el temblor. Los ratones se escondieron hasta que todo cesó.

-¿Qué ha sido eso? -se preguntaban todos. Nadie sabía qué pasaba.

Días después los temblores regresaron y, con ellos, el ruido. Esta vez un ratón valiente se quedó fuera, oculto tras unas piedras, observando. Cuando todo pasó informó a sus compañeros.

-Es una manada de caballos salvajes -dijo-. Centenares de ellos.

-Pues hay que hacer algo -dijo el ratón más anciano-. Si esto se repite acabarán echando abajo el pueblo. Hemos creados muchos túneles bajo el suelo y muchos agujeros en las paredes para poder tener sitio para todos.

-Iré a hablar con ellos -dijo el ratón valiente.

-¡No! -gritó el anciano ratón-. Te pisotearán en cuanto te vean y se creará una estampida aún peor de la que ya crean habitualmente.

-Me subiré a un árbol y desde allí hablaré con ellos.

Cuando, semanas después, los caballos salvajes volvieron a pasar por el pueblo, el ratón valiente les siguió. Era mucho más lento, pero los caballos había dejado un rastro claro que fue fácil de seguir.

Afortunadamente, los caballos no habían llegado muy lejos. Iban al lago a beber y a bañarse. El ratón buscó un árbol y subió. Desde allí llamó al que parecía el jefe de la manada y le contó el problema.

-Si buscáis otra ruta y nos hacéis ese favor, nosotros os lo recompensaremos -dijo el ratón-. No sé cómo, pero buscaremos la manera.

-Está bien, pequeño ratoncito -dijo el jefe de la manada-. No sé muy bien qué podéis hacer por nosotros, pero no importa. No queremos que por nuestra culpa se eche a perder vuestro hogar.

En ese momento aparecieron un grupo de hombres que sabían que los caballos iban a beber a aquel lago. Y los apresaron. Con grandes cuerdas los ataron a los árboles que había por allí y se fueron en busca de camionetas especiales para trasladarlos.

El ratón valiente lo vio todo desde su árbol. Y se fue corriendo a avisar a los demás.

-Caballos y ratones¡Tenemos que ayudarlos! -dijo el ratón valiente-. Les prometí que les devolveríamos el favor. Ellos aún no han cumplido su parte, pero es ahora o nunca.

-Si les llevan mejor -dijo un ratón-. Así seguro que no vuelven.

-No se trata de eso -dijo el ratón valiente-. Ellos me dieron su palabra y yo hice lo mismo. Un compromiso no se rompe solo porque parezca que ya no sacas beneficio.

Las palabras de ratón valiente convencieron a los demás. Así, miles de ratones fueron en busca de los caballos. Con sus pequeños dientes mordieron las cuerdas hasta que estas cedieron y los caballos pudieron escapar. Estos se fueron por otro sitio para que el pueblo de los ratones no se viera afectado. Y como huyeron por otro lugar, los cazadores no fueron capaces de dar con ellos.

Y así todos los animales acabaron felices y satisfechos. Porque cuando hay colaboración y buena voluntad, y se cumplen las promesas, las cosas salen bien.
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