El destripaterrones
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El destripaterrones

Edades:
A partir de 8 años
Valores:
El destripaterrones En una aldea cuyos habitantes eran todos labradores ricos sólo había uno que era pobre. Le llamaban el destripaterrones. Tanto él como su mujer se morían de ganas de tener una vaca.

Dijo un día el marido:

- Oye, se me ha ocurrido una buena idea. Pediré al carpintero que nos haga una ternera de madera.

A la mujer le gusto la idea y eso hicieron. Cuando, a la mañana siguiente, fueron sacadas las vacas, el destripaterrones llamó al pastor y le dijo:

- Mira, tengo una ternerita, pero es tan joven todavía que hay que llevarla a cuestas.

- Bueno -respondió el pastor, y echándosela a los hombros, la llevó al prado y la dejó en la hierba.

Al anochecer el pastor volvió, pero dejó allí la vaca, pues no le apetecía cargar con ella.
El destripaterrones esperaba el regreso de su ternerita, y al ver pasar al pastor sin su ternera le hizo volver con él a buscarla. Pero la ternera no estaba; alguien la había robado. El destripaterrones lo denunció y el pastor tuvo que indemnizarlo con una vaca.

Así el destripaterrones y su mujer tuvieron, por fin, la ansiada vaca. Pero como no tenían forraje, no podían darle de comer, así que tuvieron que sacrificarla para comérsela. Después de salar la carne, el hombre se marchó a la ciudad a vender la piel para comprar una ternerita con lo que sacara.

Durante la marcha encontró un cuervo que tenía las alas rotas. Lo recogió y lo envolvió en la piel. Como el tiempo se había puesto muy malo el hombre no tuvo más remedio que pedir alojamiento en el molino. Sólo estaba en casa la muchacha del molino, quien dijo al destripaterrones:

- ¡Duerme en la paja!-. Y por comida le ofreció pan y queso. El hombre comió y luego se echó a dormir con el pellejo al lado, y la mujer pensó: "Está cansado y ya duerme."

En eso entró el sacristán, el cual fue muy bien recibido por la muchacha del molino, que le dijo:

- El patrón no está; entra y vamos a darnos un banquete.

El destripaterrones no dormía aún, y al escuchar que se disponían a darse buena vida, se enfadó mucho. Pero siguió haciéndose el dormido.

Cuando se disponían a sentarse a comer, llamaron a la puerta:

- ¡El molinero! -exclamó la chica-. Y, a toda prisa, escondió las viandas y al sacristán y fue a abrir la puerta. El molinero, al ver al labrador tendido en el forraje, preguntó:

- ¿Qué hace ahí ese?

- ¡Ah! -dijo la muchacha-, es un pobre infeliz a quien le tomó la lluvia y la tormenta, y me pidió cobijo. Le he dado pan y queso, y lo he dejado dormir en el pajar.

Dijo el hombre:

- Nada tengo que decir a eso; pero prepárame pronto algo de comer.

La muchacha contestó que solo tenía pan y queso, lo cual pareció bien al otro. Y convidó al destripaterrones. Este aceptó.

Viendo el molinero en el suelo la piel que envolvía al cuervo, preguntó a su invitado:

- ¿Qué llevas ahí?

- Ahí dentro llevo un adivino.

- ¿También a mí podrías adivinarme cosas?

- ¿Por qué no?

- Pero solamente dice cuatro cosas; la quinta se la reserva.

- Es curioso. ¡Haz que adivine algo!

El destripaterrones apretó la cabeza del cuervo, y el animal soltó un graznido: "¡Crr, crr!."

- ¿Qué ha dicho? -preguntó el molinero.

-Que hay vino debajo de la almohada.

- ¡Eso sí que sería bueno! -exclamó el molinero, y, yendo a comprobarlo, volvió con el vino

Nuevamente hizo el destripaterrones graznar al cuervo:

- Dice ahora que hay asado en el horno.

- ¡Eso sí que sería bueno! -repuso el otro, y, saliendo, se trajo el asado.

El forastero siguió haciendo hablar al pajarraco:

- Esta vez dice que hay ensalada sobre la cama.

- ¡Eso sí que sería bueno! -repitió el molinero, y, en efecto, pronto volvió con ella.

Por última vez, apretó el destripaterrones la cabeza del cuervo e, interpretando su graznido, dijo:

- Pues resulta que hay pasteles debajo de la cama.

- ¡Eso sí que sería bueno! -exclamó el molinero y, entrando en el dormitorio, encontró, efectivamente, los pasteles.

Se sentaron pues los dos a la mesa, mientras la jovencita del molino, asustadísima, fue a meterse en cama, guardándose todas las llaves. Al molinero le hubiera gustado saber la quinta cosa; pero el labrador le dijo:

- Primero nos comeremos tranquilamente todo, pues la quinta no es tan buena.

Y comieron. Volvió entonces el destripaterrones a apretar la cabeza del cuervo, haciéndolo graznar ruidosamente.

- ¿Qué ha dicho? -preguntó el molinero.

- Ha dicho que en el armario del vestíbulo está escondido el diablo.

- ¡Pues el diablo tendrá que salir! -gritó el dueño, corriendo a abrir de par en par la puerta de la casa. Pidió luego la llave del armario a la muchacha, y ella no tuvo más remedio que dárselo; al abrir el mueble el destripaterrones, el sacristán echó a correr como alma que lleva el diablo, a lo cual dijo el molinero:

- ¡He visto al negro con mis propios ojos; tienes razón!

A la mañana siguiente, el destripaterrones se marchaba de madrugada con trescientos ducados en el bolso.

De regreso a su casa, el hombre empezó a construirse una linda casita. El alcalde lo llamó para que explicase la procedencia de su riqueza, y él respondió:

- Vendí la piel de mi vaca en la ciudad por trescientos ducados
.
Al oír esto los campesinos se apuraron en matar todas sus vacas y despellejarlas, con propósito de venderlas en la ciudad y ganar dinero. El alcalde exigió que su criada fuese antes que los demás; pero cuando se presentó al peletero de la ciudad, éste no le dio sino tres ducados por una piel, y a los que llegaron a continuación no les ofreció ni tan eso siquiera:

- ¿Qué quieren que haga con tantas pieles? -les dijo.

LEl destripaterronesos campesinos indignados al ver que habían sido engañados por el destripaterrones lo acusaron de engaño ante el alcalde. El destripaterrones fue condenado a muerte. . Lo condujeron a las afueras del pueblo, y dijeron al sacristán que hiciera venir al cura para que le rezara la misa de difuntos. Todos los demás hubieron de alejarse, y al ver el destripaterrones al sacristán, reconoció al que había sorprendido en casa del molinero y le dijo:

- ¡Yo te saqué del armario; sácame ahora tú del barril!

Pasó por allí un pastor de quien sabía el destripaterrones que tenía muchas ganas de ser alcalde y se las apañó para engañarle:

- Se empeñan en hacerme alcalde si consiento en meterme en el barril; pero yo me niego -dijo el destripaterrones.

- Si para ser alcalde basta con meterse en el barril, yo estoy dispuesto a hacerlo enseguida.

- Si entras, serás alcalde.

El hombre se metió en el barril y el destripaterrnoes se alejó con el rebaño del pastor. El cura volvió a la aldea y anunció que había rezado la misa. Así que empujaron el barril ladera abajo hacia el río.

Regresaron los aldeanos a sus casas, y al entrar en el pueblo se toparon con el destripaterrones, que llegaba con su rebaño de ovejas. Asombrados, le preguntaron:

- ¿De dónde sales? ¿Del río?

- Claro -respondió el hombre-, me he hundido mucho. Cuando toqué el fondo salí del barril me encontré en unos bellísimos prados donde pacían muchísimos corderos, y me he traído estos.

- ¿Y quedan todavía? -pregutaron.

- Muchos -respondió.
Entonces los aldeanos convinieron en ir todos a buscar rebaños; y el alcalde dijo:
- Yo voy delante.

Llegaron al borde del río.

- Yo bajaré primero a ver cómo está la cosa.

Y de un salto, se zambulló en el agua. Y todos se precipitaron tras él. Y he aquí que todo el pueblo se ahogó, y el destripaterrones, como era el único heredero, se convirtió, para su mal, en un hombre rico, pues las riquezas conseguidas con malas artes o patrañas, sólo conducen al infierno.
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