Alí Babá y los cuarenta ladrones
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Alí Babá y los cuarenta ladrones

Autor:
Edades:
A partir de 8 años
Valores:
Alí Babá y los cuarenta ladrones Hace mucho tiempo, en una ciudad persa, vivieron dos hermanos huérfanos muy pobres. El mayor se llamaba Kassim y el menor Alí Babá.

Kassim, que era ambicioso pero poco trabajador, se las ingenió para casarse con una joven de buena posición.

Alí Babá prefirió llevar una vida menos ambiciosa y vivir de su trabajo, así que se dedicó a ser leñador. Su honestidad y buen hacer le hizo ganar pronto la confianza de la gente. Gracias a su esfuerzo y buen juicio, Alí Babá consiguió ahorrar algo de dinero, con el que compró un asno para cargar leña y así no tener que cargar con ella. De este modo, Alí Babá podía servir más leña y ganar más dinero, y así consiguió hacerse con un total de tres asnos que le ayudaban en su trabajo.

Los otros leñadores admiraban a Alí Babá por su forma de hacer y de inspirar confianza. Hasta tal punto era así que uno de ellos le ofreció a su hija en matrimonio.

Un día, mientras Alí Babá cortaba leña en el bosque con sus tres asnos pastando alrededor, oyó ruido en la espesura. Al principio, el leñador no sospechó nada. Sin embargo, cuando se quiso dar cuenta sus asnos ya no estaban. Preocupado por ellos, Alí Babá trepó a un árbol para intentar ver dónde se habían metido los asnos.

Desde lo alto del árbol pudo ver Alí Babá a un grupo de maleantes que se acercaban a caballo y que pararon justo al pie del árbol donde él estaba. Afortunadamente, ellos no le vieron, pues permanecía oculto tras las ramas.
Allí los maleantes dejaron sus caballos e iniciaron su camino a pie cargando con unos pesados sacos. Alí Babá los contó según se iban: había un total de cuarenta.

Desde el árbol, Alí Babá pudo ver cómo un poco más adelante los cuarenta maleantes se detenían frente a una roca. También oyó a uno decir, con voz potente y estruendosa: ¡Ábrete, sésamo! Y la roca se abrió.

Los maleantes entraron, vaciaron sus sacos y salieron de allí. Alguien dijo: ¡Sésamo, ciérrate!. Y, dicho esto,l la roca volvió a su sitio.

Alí Babá pensó en entrar en la roca, pero le preocupaba que los ladrones volvieran tras algo olvidado, así que decidió esperar. Tras una larga espera, el leñador se acercó a la roca y dijo: ¡Ábrete, Sésamo! Y la roca se abrió. Alí Babá se encontró con una gran sala iluminada por la luz que entraba por los agujeros de su bóveda. Entró y la roca se cerró sin hacer ruido. Un poco atemorizado, Alí Babá decidió explorar la sala. Allí encontró ricas mercancías: telas de seda, oro, plata, monedas y piedras preciosas.

Enseguida Alí Babá se dio cuenta de que todo eso era fruto del robo y el pillaje, por lo que solo cogió monedas, dejando joyas, metales preciosos y otras mercancías, quedando así en paz con su conciencia. Llenó tres sacos con lo que pensó que podían cargar sus asnos y se fue. Abrió la roca con las palabras mágicas y con las palabras mágicas la cerró.

Ya fuera, Alí Babá llamó a sus asnos, los cargó con los sacos llenos de monedas y puso rumbo a casa. Pero cuando llegó encontró la puerta cerrada, así que decidió ensayar la fórmula que aplicaba a la roca. Y a la voz de “ábrete, sésamo” la puerta se abrió. Para cerrarla, utilizó las palabras “sésamo, ciérrate”, que también funcionaron.

Cuando su mujer lo vio en el patio interior le preguntó cómo había conseguido entrar, ya que ella había cerrado a cal y canto por dentro. Él no contestó y le invitó a ayudarle a descargar los sacos. Cuando ella vio las monedas pensó que su marido se había aliado con unos ladrones y empezó a llorar, desconsolada, pensando que las monedas eran fruto del pillaje.

Alí Babá decidió contarle la historia a su mujer, que se quedó fascinada y convencida de que el oro no había sido robado por su esposo, sino que el destino lo había puesto en su camino.

Ella quiso medir la cantidad de oro antes de guardarlo enterrado en el jardín y acudió a casa de su cuñado Kasim para pedirle una medida. La mujer de Kassim se la dejó y, cuando la recuperó, vio un dinar de oro bajo la medida. Cuando se lo contó a su esposo éste acudió a ver a Alí Babá, quien le ofreció la mitad de sus monedas. Pero Kassim quería más, así que Alí Babá le contó el secreto por miedo a que su hermano le denunciara o algo peor.

CAlí Babá y los cuarenta ladronesuando Kasim acudió a la roca y entró con varios sacos, la roca se cerró. Él llenó los sacos y, cuando iba a salir, olvidó las palabras mágicas. Al poco escuchó que se acercaban los ladrones y se escondió, pero lo pillaron tratando de escapar, y lo mataron, dejando allí su cuerpo.

Al ver que no volvía, Alí Babá fue en busca de su hermano. Cuando lo halló muerto se lo llevó para enterrarlo, y pagó al enterrador para que no dijera nada. Cuando los ladrones regresaron y no encontraron el cuerpo de Kasim fueron a hablar con el enterrador, quien cedió a las amenazas y le contó que Alí Babá era quien había llevado el cuerpo y prometió llevar el cuerpo de Kasim a casa de uno de los ladrones. Para indicarle dónde debía dejarlo, el ladrón dijo que pintaría su puerta con ceniza.

Una de las criadas de Alí Babá oyó todo y pintó con ceniza todas las puertas del pueblo. Como el plan de los ladrones no funcionó, el jefe se presentó en casa de AlíBabá pidiendo posada como un falso vendedor de aceite con varias tinajas, en cada una de las cuales había un ladrón escondido. Alí Babá le aceptó en su casa.

La criada de Alí Babá miró por la noche en las tinajas de aceite para encender unas lámparas. Pero al asomarse con el cucharón a la primera tinaja para coger aceite se encontró con el ladrón, a quien dio un golpe con la cuchara, dejándolo dormido al instante. Y así hizo con todas las tinajas.

Las autoridades apresaron a los ladrones y Alí Babá vivió con su familia feliz para siempre.
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