Violinete, un doctor diferente
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Violinete, un doctor diferente

Edades:
A partir de 3 años
Valores:
Violinete, un doctor diferente Esta es la historia de Violinete, un doctor poco corriente. Violinete no curaba niños como hacen los pediatras, ni tampoco animales como hacen los veterinarios. Violinete curaba violines, unos instrumentos musicales muy delicados que, cuando se hacen daño, lo pasan muy mal.

Todos los violinistas del mundo visitaban al doctor Violinete para que curara a sus violines cuando se hacían daño. Pero la verdadera especialidad de este doctor era conseguir que los instrumentos recuperaran su alegría cuando no sonaban bien.

Un día llegó un señor muy raro a la consulta del doctor Violinete. Este señor traía un montón de violines en un saco. El doctor sintió un gran dolor al ver a aquellos violines tan maltratados. No podía ni hablar. Entonces, el señor le dijo a Violinete:

- Me han dicho que es usted un auténtico genio curando violines.
- Eso dicen -respondió el doctor.
- Pues aquí le traigo un montón de violines viejos -dijo el señor-, a ver si es usted capaz de hacerlos sonar un poco. Su sonido es triste y apagado. Si no consigue que suenen los utilizaré para alimentar el fuego de la chimenea.
- Lo conseguiré -dijo Violinete enseguida -. Vuelva dentro de un mes.

El doctor Violinete se asustó mucho cuando aquel señor le dijo que quería quemar los violines, así que se puso a trabajar con ellos en ese mismo momento. Primero les quitó sus viejas cuerdas oxidadas y los limpió bien. Cuando estuvieron bien limpios les curó todas las heridas que tenían.

Pero cuando Violinete miró dentro de los violines, a través de esas rendijas que se llaman efes, vio algo que le llenó de dolor. ¡Aquellos violines tenían el alma rota!

- ¿Qué os ha pasado, amigos? -dijo el doctor.

Sorprendentemente, los violines respondieron:
-Las personas que nos tocaban estaban tristes -dijo el violín más viejo-, y su tristeza fue poco a poco entrando en nosotros. Y cuanto más tristes estaban ellos, peor era nuestro sonido.
- Nuestros dueños nos culpaban a nosotros de su tristeza, y nos trataban muy mal -dijo otro violín más joven -. Nos decían que éramos muy malos por no sonar bien. Pero la culpa no era nuestra.
- Entonces llegó el señor del saco -dijo otro violín -y nos llevó con él.
- No os preocupéis, yo os arreglaré para que sonéis como los mejores violines del mundo.

El doctor Violinete se esforzó como nunca para curar a sus pacientes y les fabricó un alma nueva. El alma de los violines es de madera. El doctor utilizó la mejor que tenía y se la hizo perfecta. También les fabricó un puente nuevo, esa pieza de madera sobre la que se apoyan las cuerdas para poder vibrar y emitir su hermoso sonido.

Cuando el señor del saco regresó y vio el trabajo del doctor se quedó sorprendido. Cogió uno de los violines y empezó a tocar. ¡Era un sonido maravilloso! Pero, poco a poco, el sonido empezó a ser feo, pobre y triste.

-Violinete, un doctor diferente ¿Qué está pasando? -preguntó el hombre del saco.
- Voy a ver -dijo el doctor Violinete mientras revisaba el violín -. Pruebe con otro mientras tanto.

El hombre del saco tocó otro violín. Y pasó lo mismo. El instrumento empezó a sonar muy bien y, poco a poco, se fue apagando su sonido.

Todo parecía estar bien, menos una cosa. Cuando Violinete miró dentro de los violines vio que sus almas empezaban a resquebrajarse. Probó a tocar él mismo y, para su sorpresa, los violines empezaron a sonar mejor y mejor a medida que los tocaba.

El doctor comprendió que aquellos violines tan viejecitos necesitaban ser tocados con cariño y por alguien que quisiera disfrutar de ellos. Así que se los compró al hombre del saco.

Desde entonces, el doctor Violinete recoge a todos los violines viejos en su casa y los cura con mucho mimo. De vez en cuando, algún violín es adoptado por alguna persona amable y cariñosa que se lo lleva para tocarlo y cuidarlo. Y cuanto más cariño le pone el violinista, mejor sonido consigue de su violín.
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Análisis de sus valores
La historia del doctor Violinete nos habla de alguien con un gran corazón. Una persona llena de sensibilidad y bondad capaz de conmoverse ante el sufrimiento de los violines y capaz también, de hacer el esfuerzo de quedarse con ellos para evitar que el alma de los violines volviera a romperse.
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