Videojuegos contra libros
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Videojuegos contra libros

Edades:
A partir de 6 años
Videojuegos contra libros Como cada día después de terminar los deberes, Raúl encendía su videoconsola y se ponía a jugar una partida a su videojuego favorito. Y ahí lo encontraban sus padres cuando regresaban a casa después de estar todo el día trabajando.

—¿No tienes otra cosa que hacer? —le decía su padre todos los días.

—Ya acabé todas mis tareas —respondía Raúl.

El caso es que Raúl hacía siempre los deberes y, además, sacaba una notas estupendas. Pero a sus padres les preocupaba que no tuviera otras aficiones. Así que urdieron un plan.

Todo empezó el día que Raúl quiso coger la videoconsola y no la encontró. Sus padres la habían guardado bajo llave. Pero en el lugar de la videoconsola había un libro.

Tras superar el enfado inicial, Raúl se dio cuenta de que en la tapa del libro había una nota. Esta decía: “Cuando me leas te devolverán la videoconsola”.

—No puede ser —dijo Raúl. Y dejó el libro donde lo había encontrado.

Raúl se tiró en la cama y se puso a mirar al techo. No sabía qué hacer.

Se levantó y miró a su alrededor. Después de un rato empezó a colocar un poco su cuarto. No estaba del todo mal, pero en algo había que matar el tiempo hasta la cena.

Llevaba un rato haciendo como que hacía algo cuando se encontró el libro de nuevo. Miró la portada. Luego le dio la vuelta y lo miró por detrás. Después abrió unas páginas al azar.

Sin mucho entusiasmo se llevó el libro a la cama y empezó a leer. A la mitad de la primera página bostezo sonoramente.

Y siguió leyendo. Pero cinco líneas después tuvo que volver a empezar. La historia se había puesto interesante y no tenía ni idea de qué iba la historia, porque no le había prestado atención.

Y así pasaron dos horas, sin que Raúl despegara la vista del libro.

Al llegar a casa, los padres de Raúl se lo encontraron así, leyendo en la cama. Ni les había oído.

Su madre le preguntó:

—¿Qué tal, hijo?

Este le respondió:

Videojuegos contra librosShsss, espera, que el protagonista está a punto de liarla buena.

Días después, Raúl terminó de leer el libro. Cuando vio a sus padres les dijo:

—Ya me acabé el libro. Quería preguntaros algo.

—¿Dónde está la llave del armario donde guardamos la videoconsola, tal vez? —dijo su padre.

—En realidad quería saber si tenéis la segunda parte del libro, porque me he quedado con la intriga —dijo Raúl.

—Mañana mismo te lo traigo —dijo su madre.

—Pues mientras tanto sí que puedo echar una partida a la videoconsola, si no os importa —dijo Raúl.

Desde entonces Raúl compagina su tiempo libro leyendo y jugando a su videojuego favorito. Al fin y al cabo, una cosa no tiene por qué quitar la otra ¿no?
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