Vicente y el perrito desobediente
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Vicente y el perrito desobediente

Edades:
A partir de 8 años
Vicente y el perrito desobediente Hacía mucho tiempo que Vicente añoraba tener un perrito. Lo había hablado centenares de veces con sus padres. Finalmente, el momento había llegado. El fin de semana acudirían a un refugio de mascotas a escoger un nuevo miembro canino para su familia.

Esa mañana Vicente estaba muy ansioso. Se levantó de su cama más temprano que lo habitual y para cuando sus padres bajaron a desayunar él estaba listo para salir. Luego de tomar el desayuno en familia, subieron a su coche y se dirigieron al refugio.

Durante el viaje Vicente pensaba en como sería el perrito que elegiría. Pensaba en los juguetes que le compraría, el nombre que le pondría y otras tantas cosas que haría con su nuevo mejor amigo. Había acordado con sus padres el asumir el cuidado de su mascota a cambio de que le dejasen por fin tener un perro. Paseos, alimentación y aseo; todo estaría a cargo de Vicente. Pero eso no le importaba él estaba feliz de tener su primer perro.

Cuando llegaron al hogar de perritos, Vicente esperó mientras sus padres se anunciaban en la recepción. Y por fin el momento más esperado había llegado. La encargada del refugio los llevó a conocer a los perros que estaban en adopción. Tras recorrer algunos metros entre los caniles, los ojos de Vicente se cruzaron con los de un cachorro de pelo duro color gris, hocico largo y orejas paradas. Se trataba de un perrito mestizo que había llegado al refugio tras ser abandonado y luego encontrado por una voluntaria del hogar. La conexión fue mutua, y ese fue el perro que Vicente y sus padres llevaron a su casa.

-Te llamaré Roby -dijo el niño, acariciando a su nuevo amigo.

Los primeros días fueron de adaptación, tanto para Roby como para la familia. Lugares nuevos, olores diferentes… Roby poco a poco iba sintiéndose en casa.

Según pasaban los días Roby estaba cada vez más cómodo en la casa y comenzaba a ser él mismo. Exploraba cada rincón, quería probar nuevas texturas y descubrir nuevas experiencias. A través de mordisqueos Roby iba conociendo los diferentes objetos que estaban en la casa, cables, alguna planta, las patas de las sillas entre otras tantas cosas que despertaban su curiosidad. Estas experiencias eran grandes aventuras para Roby.

Pero no lo eran así para Vicente. Vicente encontraba las travesuras de Roby y se sentía frustrado. Todas sus ilusiones de tener su propio perro se desmoronaban. Vicente, se ocupaba de Roby: le daba su comida, lo paseaba y jugaba con él. Sin embargo, el cachorro seguía haciendo de las suyas.

A la frustración de Vicente se sumaba el hecho de que sus padres se enojaban cada vez más con Roby. Cuando eso ocurría, advertían a Vicente que, si la conducta del perro no cambiaba, tendrían que buscar una nueva familia para Roby.

Vicente se sentía enojado y triste. Su sueño de tener un perro no se había cumplido de la manera que él añoraba. ¿Por qué Roby no se comportaba bien simplemente si él le daba todo?

Tanto sus padres como Vicente creían que les había tocado un "mal cachorro" y que no había nada que hacer. Cada vez estaba más cerca la idea de devolver a Roby al hogar de perros.

Vicente, casi resignado, salió a dar un paseo con su amigo. En la plaza del vecindario se cruzó con su vecino Juan. Este le preguntó el motivo de su mal ánimo. Cuando Vicente le explicó su situación, Juan le comentó que conocía a alguien que podía ayudarles. Juan cogió un papelito, anotó una dirección y se la entregó a Vicente.

Ese mismo día, Vicente volvió a sentir entusiasmo y vio esperanza en la recomendación de Juan. Casi de inmediato se dirigió al sitio que indicaba el papel. Al llegar a la dirección se trataba de una casa de color celeste. Allí vivía Pedro, un adiestrador canino.

Vicente le comentó a Pedro su problema, y este le dijo que podía solucionarlo. Debería ir a unas clases son él y podría aprender a resolver el asunto. Esas clases no eran baratas, pero Vicente estaba decidido a hacer lo que fuera posible, porque Roby se quedase en su hogar. Vicente cogió sus ahorros y contrató a Pedro.

Cuando las clases comenzaron, Vicente acudía cada semana a la plaza con Pedro y prestaba minuciosa atención a los ejercicios y consejos. Su tarea era después aplicar lo aprendido en su día a día con Roby.

AVicente y el perrito desobedientel principio la cosa no cambió mucho. Las travesuras de Roby continuaban y la frustración de Vicente se acrecentaba. Con sus experiencias volvía a clases y le contaba a Pedro como había ido. Pedro lo alentaba y lo ayudaba a seguir aprendiendo.

Las semanas pasaban y poco a poco Roby se iba portando cada vez mejor, jugaba con sus juguetes y no con las plantas o el calzado de los padres de Vicente, Roby seguía siendo un cachorro explorador, pero ya entendía con qué cosas si podía divertirse.

Pedro no le había enseñado nada del otro mundo a Vicente y a Roby. Simplemente le había hecho entender a Vicente que Roby no era un perro malo, sino simplemente un cachorro que, al igual que los niños, necesitaba aprender lo que está bien y lo que no. Para Roby, siendo un perro, era difícil entender que es lo que los humanos querían si estos no se lo hacían saber.

Pedro le enseñó a Vicente que en vez de regañar a Roby y decirle lo que no debía hacer, debía enseñarle lo que si podía hacer. Además, Pedro le enseñó la importancia de resaltar lo positivo en las conductas de Roby, Vicente aprendió a premiar y felicitar a su cachorro cada vez que este hacia algo bien.

Así Roby fue ganando confianza y sintiéndose cada vez mejor. Roby estaba motivado a comportarse cada vez mejor gracias a ese aliento. Los padres de Vicente estaban muy contentos de cómo su hijo había afrontado la situación y cómo se había dedicado en su solución. Vicente y sus padres lograron convivir felices con el nuevo miembro de la familia: Roby.
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