Un día de camping especial
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Un día de camping especial

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Un día de camping especial El fin de curso había llegado, y la escuela de los niños había organizado un día de camping para festejarlo. Era el momento más esperado cada año en la escuela. Los niños estaban tan entusiasmados que la mayoría tenía sus cosas listas una semana antes del paseo.

Una vez llegado el gran día, los niños no podían contener su emoción. La escuela había escogido un bonito camping junto al río. El lugar tenía una gran variedad de árboles, plantas llenas de flores y podían avistarse numerosas especies de aves, que además complementaban al paisaje con su canto. El autobús estacionó en la entrada del camping, ni bien abrió sus puertas, Facu y sus amigos bajaron corriendo.

Como llegaron al mediodía, después de recorrer un poco el sitio para conocerlo acompañados por sus profesores, los chicos se prepararon para almorzar.

—Este lugar es excelente, tenemos la sombra del árbol y estamos junto al río —dijo Facu.

—A mí también me gusta —agregó Zoe.

—Pues bien, este será el lugar —afirmó Diego.

Primero extendieron sus mantas sobre el césped, y poco a poco fueron sacando de sus mochilas, frutas, sandwiches, botellas de agua y refrescos. Comieron con rapidez, ya que el viaje y la ansiedad les había abierto el apetito.

Descansaron unos minutos después de comer, y se dispusieron a guardar sus cosas. Los niños guardaron sus mantas, sus platos y los restos de comida, pero dejaron sobre el césped botellas de plástico vacías, envoltorios y servilletas sucias.

Mientras se alejaban, Facu sintió un golpe es su nuca. Se dio vuelta y vio en el suelo una botella.

—No es gracioso Diego, la próxima te la arrojo de regreso.

—Yo no fui Facu, te lo juro.
Facu lo miro desconfiado, y lo dejo pasar delante de él para que no se repitiese. Ahora Facu iba detrás de Zoe y de Diego.

Otra vez Facu sintió un golpe en su nuca. Esta vez se dio vuelta y había un pote de yogur vacío.

—¿Quién está ahí?- pregunto el niño bastante molesto.

—Seguro es un niño del otro curso —respondió Zoe.

—Es probable —agregó Diego—. Siempre solemos hacernos bromas entre todos.

—No soy un niño —exclamó una voz aguda.

Un pequeño duende salió de los matorrales. Tenía las orejas puntiagudas, un chaleco marrón, botitas y pantalón verdes y de su barba brotaban flores amarillas.

—Soy Astor, el guardián del bosque.

—¿Qué cosa? —dijo Facu. Los tres niños no podían creer lo que veían, se habían quedado estupefactos.

—Que soy guardián del bosque. Me encargo de cuidar a todos los seres que aquí habitan.

—Un gusto conocerlo Astor, soy Zoe —dijo la niña que rápidamente se sintió a gusto con el pequeño guardián.

—Lo mismo digo niños, pero lo que no fue un gusto es como dejaron su basura al irse.

—Tienes razón- dijo Facu—. Disculpas por eso, estábamos apurados por irnos a jugar.

—Ya mismo lo recogemos, no se preocupe —agregó Diego mientras regresaba bajo el árbol para juntar la basura.

—Gracias niño, esa basura puede ser reciclada y volver a ser útil. Pero aquí le hace daño a los animales, al río y a la vegetación.

—Entendemos, nunca se repetirá —dijo Zoe.

—¿Ahora quieren conocer a mis amigos, los otros duendes y lugares muy especiales de este bosque?-

âUn día de camping especial€”¿Podemos hacer eso? —dijo Zoe con los ojos brillando de entusiasmo.

—Claro que sí — dijo Astor—. Les presentaré a todos mis amigos, el guardián del río, el de los animales, el de los árboles y otros más. Ya irán viendo, seguro a todos les caerán muy bien.

Astor tomó la delantera y guio a los niños por caminos secretos del bosque. Conocieron a todos los otros duendes, visitaron el claro donde nacían las mariposas, y vieron el arcoíris más bonito que jamás ninguno de ellos había visto.

El final del día llego, los niños estaban fascinados por todo lo que habían visto y muy felices de haber conocido a sus nuevos amigos.

Astor, antes de despedirlos, les dio a cada uno de ellos un collar con una hojita del árbol más antiguo del bosque.

—A partir de hoy, ustedes son también guardianes de la naturaleza- dijo el pequeño guardián mientras terminaba de entregar su regalo. Tras despedirse, desapareció entre los matorrales.

El día de camping llego a su fin, y cada niño regreso a su hogar. Pero ese día lo recordaron para siempre y cumplieron con orgullo su misión de guardianes de la naturaleza.
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