Ratontito, un ratón muy pequeñito
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Ratontito, un ratón muy pequeñito

Edades:
A partir de 4 años
Valores:
Ratontito, un ratón muy pequeñito Había una vez un ratoncito que vivía en un pequeño agujero que había en una casa grande. Era el agujero más pequeño de todos, pero como él era muy chiquitito cabía perfectamente.
En su agujerito, el pequeño ratón se sentía seguro. Allí nadie le molestaba, porque los demás ratones eran mucho más grandes y no cabían por la puerta.

El pequeño ratón salía muy poco de su casa, porque siempre que los demás ratones le veían se mentía con él.

Se llamaba Tito, aunque todos le llamaba Ratontito.

Le pusieron ese mote porque pensaban que era un poco tontito.

Todas las tardes, los ratones de la casa se reunían en el gran agujero del salón para organizarse. A Ratontito no le daban nunca ninguna tarea importante. Él solo servía para meterse donde los demás no podían y coger alguna miga de pan perdida.

Un día, el Ratoncio, el líder de los ratones de la casa, llegó con malas noticias.

—Ha llegado un gato nuevo a la casa. Hay que echarlo de aquí. Tendremos que hacer trampas para asustarlo y que se vaya lejos.

Ratontito levantó la colita para pedir la palabra y dijo:

—Yo puedo hacer una trampa.

Todos los ratones se rieron a carcajadas.

—¿Tú? Pero si eres tontito.

—No soy tontito, soy pequeñito y tengo poca voz. Pero sé hacer unas trampas estupendas

Pero los demás ratones no le escucharon. Su vocecita quedó ahogada entre las risotadas de los demás ratones.

Ratontito se fue a su casa y empezó a llorar.

El gato, que estaba cerca, lo escuchó, y le dijo:

—Los ratones tontitos son mis favoritos. Así que te comeré a ti primero.

Ratontito estaba muy asustado. ¿Qué podía hacer? No podía salir de allí. Estaba seguro de que el gato estaba al acecho.

Pasaban los días y Ratontito se estaba quedando si comida. Así que tomó una decisión: haría una trampa.

Allí dentro tenía todo lo necesario para construir una trampa que distrajera al gato el tiempo suficiente como para escapar al agujero del gran salón.

Cuando consiguió llegar allí se puso a trabajar en una trampa más grande y sofisticada.

—Pensábamos que te había comido el gato, Ratontito —dijo Ratoncio. Pero Ratontito no dijo nada y siguió trabajando.

Todos los ratones le miraban y se reían. Ninguno entendía lo que estaba haciendo.

—Ya está Ratontito con sus tonterías —decían unos.

—Es tan tonto que ni siquiera sabe que lo es —decían otros.

Al día siguiente, Ratontito había terminado su trampa. No era muy grande, pero estaba seguro de que funcionaría.

Ratoncio, al ver la trampa, le dijo:

—Ninguna de nuestras trampas ha funcionado contra el gato, Ratontito. Esa tampoco lo hará.

Ratontito, un ratón muy pequeñitoRatontito no dijo nada y empujó la trampa para sacarla por el agujero.

Estaba a punto de sacarla cuando se paró y pidió silencio. Todos los ratones se callaron, por pura curiosidad.

Ratontito se quedó junto a la trampa, escuchando, hasta que oyó que el gato se acercaba a la puerta y… ¡Zas! Empujó la trampa justo cuando el gato asomaba el hocico y se le quedó enganchada.

El gato saltaba y sacudía la cabeza, pero la trampa no salía.

—Te la quito si prometes portarte bien con nosotros y compartir la casa por las buenas —dijo Ratontito.

El gato aceptó y Ratontito cumplió su palabra.

Desde entonces, todos viven paz en la casa y ya nadie ha vuelto a meterse con Ratontito. Todos le escuchan y le tienen en cuenta. Porque ser pequeñito y tener poca voz no está reñido con tener una gran inteligencia y un gran corazón.
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