Pablo, el terco
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Pablo, el terco

Edades:
A partir de 4 años
Valores:
Pablo, el terco Pablo era un niño que como todos los de su edad, asistía al colegio, le gustaba jugar por las tardes y disfrutaba compartiendo momentos en familia. Pero había algo que lo caracterizaba y diferenciaba del resto, Pablo era extremadamente terco.

Pablo no podía entender otros puntos de vista diferentes al suyo. Era muy inteligente y por ello investigaba y leía mucho, pero una vez que arribaba a una conclusión se aferraba a ella y no creía en otra cosa.

En la escuela, Pablo discutía con sus profesores acerca de la materia en que ellos eran expertos. Sin excepción, discutía con el profesor de historia, con el de biología y con el de literatura. En la clase de deportes, discutía con el entrenador acerca de los reglamentos del futbol, del baloncesto y del voleibol.

En casa, Pablo discutía con sus padres incluso de asuntos que habían pasado antes de su nacimiento. Pablo no se contentaba hasta tener la última palabra. Pablo siempre quería tener razón.

Con sus amigos la situación era la misma. Cuando se juntaban a jugar, discutía acerca de las reglas de los juegos, cuando conversaban acerca de sus comics favoritos Pablo siempre creía saber más que el resto en cuanto a datos del creador de los personajes, argumento de las historias, y datos raros del comic. Ni hablar de noticias del día a día, Pablo escuchaba y leía todas las noticias, y como siempre, creía sabérselo todo y discutía sus posturas hasta cansar a su interlocutor y quedarse con lo que él quería: la razón. Que muchas veces solo la ganaba por cansar a su adversario, que se daba por vencido conociendo la dura personalidad de Pablo.

Un día, Pablo y sus amigos decidieron pasar el día junto a la laguna. Era verano, y el plan era ideal: un pícnic bajo los árboles, chapuzones en la laguna y muchos juegos. Los niños se juntarían en un punto en común con sus mochilas y bicicletas y de allí partirían a la laguna.

Así lo hicieron, y todo fue bien hasta la mitad del camino. Llegó un punto donde había dos caminos para tomar, uno hacia el lado derecho y otro hacia el izquierdo. Todos los niños apuntaron sus bicis para el lado derecho. Pablo los detuvo y les dijo que estaban equivocados, yendo por la izquierda se llegaba más rápido. Los otros niños le dijeron a Pablo que a pesar de que por la izquierda el camino era más corto, había un barranco y no se podía ir por allí. Pablo, como siempre, discutió con los niños. Él decía que eso no era así, el barranco era cosa de muchos años atrás y el paso del tiempo había alisado el camino. Pablo había investigado todo y estaba seguro de que llegaría más rápido por la izquierda en un camino llano. Los otros niños y Pablo no lograron ponerse de acuerdo, y tomaron caminos diferentes, Pablo se fue por el izquierdo, y los otros niños por el derecho. Pablo se fue no sin antes decirles: “Verán como tengo razón y llego primero, los espero allí”.

Pablo, el tercoAl cabo de un rato, los niños que tomaron el camino de la derecha arribaron a la laguna. Dejaron sus bicis sobre el césped, desplegaron sus mantas y se echaron a descansar antes de almorzar. Pablo aún no estaba allí, así que también lo esperarían a él.

Casi una hora después, los niños comenzaron a preocuparse por Pablo, pero poco tiempo luego de eso lo vieron aparecer entre los árboles.

Los niños vieron que Pablo venía caminando junto a su bici. Pablo cojeaba y tenía muchos raspones en todo su cuerpo, la bicicleta se había dañado y no quedaba otra que arrastrarla. Pablo se había caído por el barranco. A partir de entonces, Pablo decidió prestar más atención a lo que decían los demás.
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