Las lágrimas de Antón
Síguenos en:

Las lágrimas de Antón

Edades:
A partir de 6 años
Las lágrimas de Antón Desde la última fila de la clase Antón observaba a sus compañeros hacer la tarea que ha puesto el maestro. Todos sus compañeros están muy aplicados sobre sus cuadernos, pero Antón no tenía ganas de hacer la tarea.

—Antón, ¿ya has terminado? —le pregunta el maestro.

Antón miró al maestro con cara de tristeza. Este, al darse cuenta, le preguntó:

¿Pasa algo, Antón? ¿Ten encuentras bien?

Inmediatamente todos los niños se movieron para mirar a Antón. Este, al sentirse el centro de todas las miradas, dijo:

—Estoy muy cansado. Llevo días sin dormir bien.

El maestro se mostró preocupado. Por eso le dijo:

—¿Va todo bien? Ven, acércate y hablemos en privado.

Antón empezó a llorar. Los compañeros que estaban más cerca se arrimaron un poco más para darle ánimos.

—Mi madre está enferma —dijo Antón—. Lleva días sin poder moverse y mi padre solo tiene tiempo para ella.

Esa clase terminó así, consolando a Antón mientras este contaba todo lo que estaba sufriendo al ver a su madre enferma.

Al día siguiente el maestro le preguntó a Antón:

—¿Qué tal está tu madre?

Antón respondió:

—Está peor. Ayer ni siquiera pude hacer los deberes para atenderla un rato y que mi padre pudiera descansar.

Durante todo el día Antón recibió la atención de todos sus compañeros, que no le dejaron solo. Muchos se ofrecieron a ayudarle con las tareas y a explicarle lo que necesitara.

Y así, todos los días, a lo largo de una semana, el maestro le preguntaba a Antón por su madre. Pero parecía que la mujer no mejoraba y Antón estaba cada vez más cansado y apático. Y, como no podía hacer los deberes ni estudiar, sus resultados eran cada vez peores.

Un sábado el maestro vio a Antón en el supermercado. Iba a acercarse a saludarlo y a preguntarle por su madre cuando vio que una mujer y un hombre estaban con él.

El maestro pensó que serían sus tíos o unos amigos de los padres que estaban cuidando del niño. Cuál fue su sorpresa cuando escuchó a Antón decir:

—Mamá, ¿puedes comprar estos cereales? Tienen una pinta estupenda.

En cuanto acabó de decir esto, su madre exclamó:

—¡Mira quién está aquí! Pero ¡si es el maestro! ¡Qué casualidad!

Antón se dio la vuelta. Justo detrás de él estaba su maestro. Antón abrió tanto los ojos que parecía que iban a salirse de sus órbitas.

—Veo que está usted mejor —dijo el maestro a la madre de Antón.

—¿Mejor? —dijo ella—. Tengo una salud de hierro. Hace años que no me pongo enferma. ¿Por qué lo dice?

El maestro miró a Antón. Luego miró a su madre y dijo:

—No sé por qué, pensé que estaba enferma. Me habré equivocado de persona. Ya sabe, con tantos alumnos a veces es complicado.

—No se preocupa —dijo la madre de Antón—. Aun así, gracias por preguntar y por interesarse.

CLas lágrimas de Antónuando al lunes siguiente Antón entró en clase, el maestro le miró muy serio. Antón se puso a llorar. Todos sus compañeros se acercaron a él, pensando que su madre había empeorado o que había ocurrido alguna tragedia.

—Antón —dijo el maestro—. ¿Qué tal está tu madre?

El niño respondió:

—Mucho mejor, mucho mejor. Lloro de alegría. De repente ha mejorado y está como siempre.

Al terminar la clase el maestro se acercó a Antón y le dijo:

—Lo que has hecho está muy mal. Voy a llamar a tus padres para hablar de esto. Todo iría mejor si tú mismo les contaras lo que ha pasado. Y más te vale ponerte las pilas, porque vas muy atrasado con la materia y así vas a suspender muchas asignaturas.

Antón no volvió a contar mentiras. Aunque a partir de entonces tuvo muchos problemas para que los demás le creyeran, porque, después de aquello, a sus padres y al maestro, les costó mucho volver a confiar en él. Tuvo que esforzarse mucho para recuperar esa confianza perdida.
Puntuación media: 8,4 (265 votos)
Tu puntuación:
Cuentos con valores similares