
En el corazón de Alejandría, una ciudad llena de gente de muchos lugares, se encontraba la gran Biblioteca de Alejandría. Isra, una joven aprendiz de bibliotecaria, pasaba sus días rodeada de rollos antiguos llenos de historias y secretos del mundo.
Isra amaba los libros. Desde pequeña, soñaba con proteger todos esos tesoros de papel. Un día, mientras ordenaba algunos papiros en un rincón tranquilo de la Biblioteca, escuchó algo que la asustó.
—No pueden hacer eso, ¡es terrible! —susurró Isra para sí misma al oír a dos hombres hablar de quemar la Biblioteca.
Isra corrió a buscar a Ammon, un anciano sabio que cuidaba los libros como si fueran sus hijos.
—Ammon, ¡necesito ayuda! Alguien quiere quemar la Biblioteca —dijo Isra, casi sin aliento.
—Tranquila, Isra. No estamos solos en esto. Vamos a salvar lo que podamos —respondió Ammon con calma.
Esa noche, en el mercado de Alejandría, Isra y Ammon se encontraron con Seti, un hombre sabio que había viajado mucho. Seti conocía muchas historias de lugares lejanos y sabía cómo tratar con gente de todas partes.
—Necesitamos tu ayuda, Seti. Quieren destruir la Biblioteca y con ella, mucho conocimiento —explicó Ammon.
—Claro, Ammon. Ayudaré en todo lo que pueda. Esta ciudad es un lugar de encuentro de culturas, y debemos protegerla —respondió Seti, decidido.
Juntos, idearon un plan para salvar los textos más importantes. Entre esos estaba "Las Cartas de Papiro", unos rollos muy antiguos y valiosos.
Cuando el fuego comenzó, el corazón de Isra latía fuerte. Ella, Ammon y Seti cargaban los papiros y corrían por las calles iluminadas por las llamas.
—¡Rápido, por aquí! —gritó Seti, guiándolos hacia una salida segura.
Llegaron al Faro de Alejandría, y mientras miraban la Biblioteca consumirse por las llamas, Isra abrió uno de los papiros de "Las Cartas de Papiro".
—Esto... esto es increíble. Son diseños de sistemas de riego. ¡Pueden salvar muchas vidas en nuestra tierra! —exclamó Isra, sorprendida.

Con la primera luz del día, miraron las ruinas humeantes de la Biblioteca. Aunque el lugar que tanto amaban había sido dañado, sabían que el conocimiento que habían salvado sería la luz para un nuevo comienzo.
—Prometemos reconstruir lo perdido y compartir estos conocimientos con todos. Así, la sabiduría de la Biblioteca seguirá viva —dijo Ammon, poniendo su mano sobre los papiros salvados.
Así, "Las Cartas de Papiro" se convirtieron en un símbolo de esperanza para Isra y su comunidad. La joven bibliotecaria había aprendido que proteger el conocimiento era proteger el futuro, y que juntos, podían superar cualquier adversidad.