La vieja del saco
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La vieja del saco

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La vieja del saco Martina era una niña a la que no le gustaba dormir. Todas las noches cuando su madre le mandaba a dormir, empezaba a cantar, saltar encima de su cama, hablar con sus juguetes o hacer cualquier otra cosa que no fuera cerrar los ojos.

Su mamá, siempre andaba regañándola:
- ¡Martina! ¡Duérmete ya! ¡Tienes que descansar para tener energía mañana!

Pero no había manera…Martina estaba tan despierta por las noches que parecía un búho con los ojos muy abiertos.

Una noche, su mamá entró en la habitación de Martina para conseguir que se durmiera y le dijo:
- Martina, ¿a que no sabes por qué todos los niños duermen plácidamente por las noches?
- No mamá, ¿por qué? ¡Dormir es muy aburrido!

Entonces su mamá, le contó una vieja historia:
-Desde hace muchos años, hay una señora muy anciana que todos llaman "La Vieja del Saco" y que cuando los niños se portan mal y no duermen se los lleva para siempre metidos en su saco.

Martina se asustó un poco, así que pensó que lo mejor era intentar dormirse para evitar que viniera la vieja del saco.

Pero por mucho que quiso, Martina no podía dormir y, noche tras noche, se pasaba horas en la cama entreteniéndose con cualquier cosa.

Hasta que un día, cuando menos se lo esperaba, vio una sombra por la ventana.
- ¿Qué ha sido eso? Se preguntó Martina.

Como estaba tan despierta no pudo evitar mirar por la ventana para ver qué era lo que había visto. Y, de repente, vio a una mujer muy vieja, con una capa y un saco enorme.
- ¡Mamá tenía razón! La vieja del saco se ha enterado de que no estoy dormida y viene a por mi – pensó muy asustada.
Entonces, Martina se metió corriendo en la cama y cerró muy fuerte los ojos hasta quedarse dormida.

Al día siguiente, cuando llegó la hora de dormir, Martina hizo lo mismo. Se metió en la cama muy temprano y sin rechistar ni un momento, cerró los ojos y se quedó quietecita en la cama.

Y así fue durante muchos días, hasta que una noche cualquiera, Martina vio desde su cama la sombra otra vez.

Martina pensó que sería la vieja del saco, pero lo que no entendía era por qué no le había metido en su saco cualquiera de las noches que no había pegado ojo. Así que fue valiente y se levantó a mirar por la ventana.

Cual fue su sorpresa cuando vio que aquella señora... ¡no estaba metiendo en su saco a ningún niño!. Así que Martina dejó de tener miedo y salió de casa a hablar con ella.
- ¡Hola! ¿Es usted la mujer del saco?

La mujer miró a Martina y echó a reír:
- Si, ¡creo que esa soy yo!

Martina vio que aquella mujer no tenía ninguna maldad y se acercó un poquito más:
- Mi mamá me contó que usted metía en el saco a todos los niños que se portaban mal y que no dormían por las noches. ¿Eso es verdad?

La vieja del sacoLa pobre anciana volvió a reír y, acercándose a Martina, le enseñó el gran saco que tenía lleno de cosas y le dijo:
- Lo único que meto en mi saco son todas aquellas cosas como ropa y juguetes que la gente tira a la basura y que aún sirven.
- Ah.. ¿y qué hace con ellas?
- Las limpio y las arreglo si están rotas y después las dejo en las casas de los más necesitados.

Martina, muy sorprendida, se dio cuenta de que aquella mujer era muy buena y de que esa historia que creía todo el mundo sobre que metía niños en el saco era mentira. Pensó que era muy injusto así que un día convenció a la mujer del saco para que entrara en su casa y que su madre pudiera conocerla.

Desde ese momento, todos supieron que aquella mujer vieja no era lo que parecía sino todo lo contrario: una señora muy buena que hacía cosas buenas por los demás.
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Análisis de sus valores
Este cuento nos demuestra una vez más que no debemos juzgar a nadie por su apariencia, porque aunque pensemos que la forma de vestir y la imagen en general de alguien nos dan mucha información sobre él, no siempre es así. De hecho, como le ocurre a “la vieja del saco”, puede darnos una información totalmente errónea.

La única forma de saber cómo es alguien es conociéndolo y hablando con él. De esa forma tendremos una opinión formada y estaremos seguros de no equivocarnos.
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