La tribu de los Robondongos
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La tribu de los Robondongos

Edades:
A partir de 8 años
La tribu de los Robondongos Hace tiempo hubo una tribu que vivía de robar a otros pueblos. Eran conocidos como la tribu de los Robondongos. Todos temían a los Robondongos, que no dudaban en viajar miles de kilómetros a caballo o surcar los mares en barco para saquear y llevarse todo lo que pillaran, les sirviera o no.

Los niños que nacían en la tribu de los Robondongos aprendían a robar antes que a andar y lo primero que aprendían a decir era “dame”, inicio de lo que sería su frase estrella, que no era otra que “dame todo lo que tengas, que soy un Robondongo”.

Ningún niño ponía problemas para convertirse en un ladrón y saqueador, aunque a no todos se les da igual de bien. Era su modo de vida y, como era lo que aprendían desde pequeños, no conocían otra opción.

Pero una vez ocurrió que un niño se negó a robar. Tampoco estaba dispuesta a pegar al que no le diera lo que le pedía. Así era la escuela de los Robondongos.

Cansados de su falta de fiereza, los Robondongos expulsaron al niño y lo abandonaron a cientos de kilómetros del poblado.

-No vuelvas por aquí. Eres la vergüenza de tu pueblo -le habían dicho.

El niño vagó por el bosque durante días, comiendo bayas silvestres, insectos y hojas, y bebiendo de los ríos donde bebían los animales.

Un día, el niño desfalleció y se quedó bajo un árbol. Cuando despertó se encontró en una cabaña rodeada de caritas que le miraban con curiosidad.

El niño dio un respingo y gritó:

-No me peguéis. Os daría lo que tuviera si tuviera algo, pero no tengo nada. ¡No me peguéis!

-Nadie te va a hacer nada malo -dijo un anciano.

-¿Quiénes sois? -preguntó el niño.

-Somos un pueblo nómada que viaja por el mundo huyendo de los saqueadores -dijo el anciano.

-Yo no quiero nada de vosotros -dijo el niño.

-Te hemos observado -dijo el anciano-. Vimos que un grupo de Robondongos te dejaba en medio del bosque. ¿Por qué?

-Me han expulsado por negarme a robar y a pegar a mis compañeros -dijo el niño.

-Nos vendría muy bien que nos enseñaras a defendernos de ellos -dijo el anciano.

-No pienso pegar ni robar a nadie, ni siquiera a ellos -dijo el niño, tajante.

-Solo queremos aprender a defendernos y a evitarlos -dijo el anciano-. Tú conoces sus trucos y sus tretas. Solo queremos estar preparados. A cambio, te acogeremos en nuestra tribu y te enseñaremos lo que sabemos. Somos sanadores. Nos ganamos la vida sanando a los enfermos que encontramos por el camino a cambio de lo que nos puedan dar.

-Me parece justo -dijo el niño.

El niño cumplió su parte y quienes le acogieron la suya y todos estaban contentos.

Pero un día, después de mucho tiempo, la tribu de los sanadores se topó con los Robondongos. El niño, ya convertido en un joven muchacho, se puso al frente.

-No conseguiréis nada de nosotros -dijo el muchacho-. Mejor será que os vayáis por donde habéis venido.

-Mira tú quién está aquí, el gallinita que no quería robar -dijo el jefe de la tribu-. ¿Pensáis luchar acaso? Porque ya sabes cómo funciona esto. Si no nos dais lo que tenéis por las buenas lo cogeremos por las malas.

La tribu de los RobondongosEl muchacho y la tribu habían ideado un plan durante todo ese tiempo. Era la hora de ponerlo en práctica.

-Está bien, os daremos lo que tenemos. Tal vez queráis beber algo antes -dijo el muchacho, ofreciéndoles un odre de vino que llevaba siempre cerca.

El jefe no pudo resistir la tentación de echar un trago.

-¿Tenéis más de esto? -preguntó.

-Un carromato lleno -dijo el muchacho-. Íbamos a venderlo.

-Creo que ya no -dijo el jefe Robondongo-. ¡Muchachos, al vino!

Los Ronbondongos se bebieron el vino, mejor dicho, el supuesto vino, porque lo que tomaron en realidad fue un brebaje que a los quince minutos les provocó una diarrea de espanto.

-Cuando queráis, volvéis a por más -dijo el muchacho.

La tribu de los sanadores le dio una buena lección a la tribu de los Robondongos, que no volvieron a saquear a nadie, porque la noticia se fue de boca en boca y todo el mundo se enteró de cómo repelerlos.
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