La misteriosa desaparición de la mona Tisa
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La misteriosa desaparición de la mona Tisa

Edades:
A partir de 6 años
La misteriosa desaparición de la mona Tisa Había una vez un zoo que albergaba a la mona más mona de todo el mundo: la mona Tisa. La mona Tisa no solo era una monada de guapa que era. También era simpática, graciosa, inteligente y, sobre todo, muy hábil. Estas cualidades la había convertido en una mona muy famosa, por lo que miles de personas visitaban aquel zoo a diario, solo para verla a ella.

Pero un día la mona Tisa desapareció.

—¡Se han llevado a la mona Tisa! ¡Han robado a la mona Tisa! —gritaba los trabajadores del zoo.

La noticia corrió como la pólvora por toda la ciudad, por todo el país, por todo el mundo. Miles de carteles, de anuncios y de mensajes inundaron todos los medios de comunicación y recorrieron todos los grupos de chat del planeta. Durante semanas, todos los periodos, diarios y telediarios comenzaban dando las noticias sobre las novedades en el caso de la mona Tisa.

Al cargo de la investigación estaba el inspector Tomono. El inspector Tomono era especialista en desapariciones, raptos y huidas. Y nunca había dejado un caso sin resolver. Pero pasaban las semanas y no conseguía avanzar.

El inspector Tomono se justificaba diciendo que, con tanta prensa apostada en la puerta del zoo y en la de su casa, era imposible concentrarse. Cientos de veces había pedido que le dejaran trabajar, pero no había manera de que le hicieran caso.

Un día, harta ya de tanta gente a su alrededor, el inspector Tomono decidió instalarse en la jaula de la mona Tisa. Tal vez desde allí podría una visión distinta del caso. Y seguro que no le molestaría nadie, pues el zoo estaba clausurado.

Durante días el inspector Tomono recorrió todos los recovecos de la jaula, comprobó los barrotes y revisó todas las cosas que había allí. Y no eran pocas. Porque la mona Tisa tenía un montón de juguetes y de cachivaches para hacer sus gracias y dar espectáculo.

Una noche un ruido despertó al inspector Tomono. Con mucho cuidado, el inspector abrió un ojo. Vio algo que se movía no muy lejos de él, algo que revolvía el contenido de un gran baúl.

Lo que fuera que estuviera allí no tardó mucho en encontrar lo que buscaba y enseguida se fue. El inspector Tomono fue detrás. Y fue entonces cuando descubrió un túnel que no había visto, pues se encontraba bajo una gran placa que servía de inodoro.

—¡Vaya, vaya! —dijo el inspector Tomono, mientras retiraba la placa y se metía en el túnel.

El inspector Tomono llegó a otra jaula de monos. Estos le recibieron dando gritos. Y entonces la vio. La mona Tisa estaba allí, con los demás monos, oculta entre todos ellos.

—Tranquilos, amigos, no diré nada —dijo el inspector Tomono. Y se marchó.

Aún tardó unos días en salir de la jaula y comunicar a todos que no había sido capaz de encontrar a la mona Tisa.

La misteriosa desaparición de la mona Tisa—Quien se la haya llevado no ha dejado rastro —dijo a la prensa.

Después de aquello, el inspector Tomono fue al zoo todas las semanas a ver a los monos. A todos les decía que le había quedado la pena de no ser capaz de encontrar a la mona Tisa. Pero la verdad es que iba a comprobar que la mona estaba bien.

Allí, escondida a plena vista, la mona disfrutaba de la compañía de sus iguales. El inspector enseguida entendió que la mona Tisa necesitaba compañía y que estaba cansada de ser el centro de atención. Ella no quería fama, sino compañía y amor por parte de los suyos. Y el inspector Tomono la respetó. La mona Tisa lo sabe y, por eso, siempre que va se acerca a verlo y le tira un beso, cuando nadie la ve.

Y así quedaron las cosas. La gente terminó olvidándose de la mona Tisa y ella vivió feliz con los suyos muchos años.
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