La hormiguita perezosa
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La hormiguita perezosa

Edades:
A partir de 4 años
La hormiguita perezosa A la hormiguita Mirminqui no le gustaba madrugar. Y como le gustaba tanto dormir era la última en salir del hormiguero en busca de comida. Cuando Mirminqui salía la mayoría de sus compañeras ya estaban de vuelta, cargadas con semillas, ramitas o migas de pan. Cuando Mirminqui regresaba todas sus compañeras estaban ya descansando.

La Hormiga Reina observaba a Mirminqui y le decía:

-Debes madrugar más, Mirminqui. Un día de estos se te va a hacer de noche. Y ya sabes que nadie puede quedarse en el hormiguero hasta que no haya completado su trabajo.

Pero a Mirminqui las palabras de la Hormiga Reina por un oído y le entraban y por el otro le salían.

Llegó un día en el que Mirminqui empezó a llegar más tarde de lo habitual. Algunos días, cuando ella regresaba al hormiguero, se encontraba que algunas de sus compañeras ya se estaban desperezando.

-No sé para qué madrugáis tanto -les decían Mirminqui-. Ya os digo yo que hay poco que recoger. A mí me ha costado mucho traer algo en este último viaje.

Ese día, cuando Mirminqui se despertó, todas sus compañeras estaban ya en el hormiguero. Mirminqui pensó que nadie se daría cuenta de que no se había ido, así que se quedó en su puesto, disimulando.

-Mirminqui, no te hagas la remolona -le dijo la Hormiga Reina-. Tienes que salir a por tu parte.

Mirminqui se puso toda colorada y salió del hormiguero, toda avergonzada. La hormiguita buscó y buscó, pero no encontró nada lo suficientemente pequeño como para poder llevarlo ella sola. Y tantas vueltas dio que, cuando quiso darse cuenta, se le estaba haciendo de noche.

-¡Oh, no! ¡Estoy demasiado lejos del hormiguero! ¡No llegaré a tiempo! -se lamentó Mirminki-. Tendré que buscar un refugio seguro esta noche.

Mirminqui se escondió debajo de una hoja que había en el hueco de un árbol. Allí había otra hormiga, a la que la noche había sorprendido también.

-¿Tú también te has quedado rezagada? -le preguntó Mirminki.

-Sí -dijo la hormiguita-. Me despisté y el viento me trajo hasta aquí, mientras estaba subida en esta hoja, tratando de coger una miguita de pan.

-Si mañana me ayudas a cargar algunos alimentos que he visto por el camino te llevaré a mi hormiguero -dijo Mirminqui-. Seguro que la Hormiga Reina estará encantada de tener una trabajadora más.

-Gracias -dijo la hormiguita. Y se echaron a dormir.

A la mañana siguiente, la hormiguita extraviada llamó a Mirminqui en cuanto apareció el primer rayo de sol.

-Vamos, es hora de irnos -dijo.

-¿Ya? ¡Apenas ha amanecido!

-¡Por eLa hormiguita perezosaso! ¡Es tarde! Hace rato que teníamos que haber salido.

Mirminqui se desperezó y, medio sonámbula, se puso en marcha con su nueva compañera. Cuando la Hormiga Reina vio llegar a Mirminqui cargada y acompañada se alegró mucho.

-Pensé que te habíamos perdido -dijo la Hormiga Reina-. Veo que traes comida y a una nueva compañera. Bienvenida. Tu trabajo será asegurarte de que Mirminqui se levante temprano y salga pronto a trabajar.

Pero Mirminqui no se quedó dormida nunca más. Ese día se acostó bien temprano, por lo que pudo madrugar sin demasiado esfuerzo. Y cuando le entraba la pereza, allí estaba su nueva compañera para avisarla. Y como había dormido suficiente tenía fuerzas de sobra para salir a trabajar sin que el cansancio la retrasara. ¡Hay que ver, lo importante que es acostarse pronto para dormir mucho y que no nos venza la pereza!
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