La hiena Mariela
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La hiena Mariela

Edades:
A partir de 6 años
La hiena Mariela Mariela era una hiena cachorra que vivía con sus hermanos y padres en la sabana africana. Todas las mañanas al despertar jugaba con sus hermanos y cachorros hiena de la manada, mientras los adultos salían a buscar qué comer.

Los juegos de las hienas eran muy variados, pero el predilecto de Mariela era el de jugar a la cacería. En este juego uno de los cachorros hacía de presa y los demás jugaban a perseguirlo y atraparlo. Mariela era toda una experta en este juego. Las hienas adultas le decían que de mayor sería una excelente cazadora para la manada.

Otras veces Mariela y los otros cachorros salían a explorar y andar por la sabana, respetando por supuesto siempre el área que los mayores les habían indicado no sobrepasase.

En sus recorridos las pequeñas hienas se cruzaban con cachorros de otras especies: pequeños leones, cebras, elefantes bebés y antílopes entre otros tantos.

A Mariela le gustaba divertirse haciendo burlas referidas a esos otros cachorros que se topaban en su camino. Un día pasó un jabalí y Mariela se burló porque apestaba. Así que lo apuntó con su pata y les comentó a sus hermanos y cachorros de la manada lo mucho que le recordaba el jabalí al asqueroso pantano de la sabana. Algunos de los cachorros se rieron con ella, otros no. En cuanto al pequeño jabalí, se alejó sonrojado.

Otro día Mariela se cruzó en sus paseos con una cebra. Se divirtió mucho riéndose de las franjas que el animal tenía en su piel y comentó a los cachorros que parecía un esqueleto caminante.

Algunos cachorros se reían y divertían con los chistes y comentarios de la hiena Mariela respecto a otros animales. Eso alentaba a la cachorra y la hacía decir más y más bromas y comentarios cada vez que veía un animalito.

A las tortugas las llamaba piedras caminantes. A los elefantes bebé les preguntaba si no les molestaba esa liana colgando de su rostro. Y a los avestruces les preguntaba cuando saldrían volando.

Muchos de los animales ya la conocían y no le hacían caso, otros se sonrojaban y otros se irritaban mucho y le devolvían un insulto.

Un día en uno de sus paseos, Mariela se cruzó nuevamente con una de las tortugas. Era Julia, una tortuga joven que al instante que vio a Mariela se apresuró a esconderse entre unos matorrales y meter sus patas y cabeza dentro de su caparazón.

MLa hiena Marielaariela, sorprendida, se acercó a Julia y tocándola con una de sus patas le preguntó qué era lo que le sucedía. Julia entre sollozos y sin salir de su escondite le explicó lo triste e incómoda que se sentía cuando Mariela la llamaba a ella y a sus hermanos “piedras con patas”. Le contó que ya ni tenía deseos de dar caminatas por la sabana por miedo a cruzarse con Mariela y sus burlas.

La hiena Mariela se quedó en silencio. Julia sacó su cabeza del caparazón y Mariela pudo ver en sus ojos lo triste que estaba la tortuga. Así, Mariela le pidió perdón y le dijo que no sabía que le hacía mal, Mariela pensaba que sus bromas y comentarios serian divertidas para todos. Julia aceptó las disculpas, ya que notó que Mariela no era una mala cachorra, sino que simplemente no sabía las consecuencias de sus actos.

La hiena Mariela quedó muy agradecida con Julia por ayudarla a comprender la situación. A partir de entonces se hicieron grandes amigas y empezaron a compartir sus caminatas por la sabana, sus juegos y grandes charlas.

Después de aquel día, Mariela no volvió a burlarse ni hacer bromas referidas a los otros cachorros. Mariela entendió que sus palabras podían hacerle daño a los demás y no era eso lo que quería. Aprendió que había otras formas mucho mejores para divertirse.
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