La gran tormenta
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La gran tormenta

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La gran tormenta El cielo amaneció cubierto de nubes negras. Todos los animales del bosque estaban asustados. Muchos intentaron huir, pero no sabían adónde ir. Y el viento era cada vez más fuerte. Eso complicaba las cosas para la mayoría.

-Hay que buscar un refugio -decían-. El viento se está llevando el hogar de muchos de nosotros. Y en cuanto empiece a llover muchas guaridas quedarán inundadas.

-Yo os puedo ayudar.

Era Lupo, el lobo. En realidad no era más que un cachorro perdido que se divertía jugando con los conejitos y los pájaros, y que nunca había hecho daño a nadie. Pero era un lobo, al fin y la cabo. Tarde o temprano les atacaría.

-Vete, Lupo -le gritaron los animales del bosque.

Tú lo que quieres es comernos. Vete -dijo el Viejo Conejo.

-Yo solo quiero ayudar -dijo Lupo-. Conozco un lugar seguro.

-Pues dinos dónde está y márchate -dijo el Gran Pájaro.

-Hay una cueva hacia el norte -dijo Lupo-. Si os vais ahora llegaréis a tiempo.

-Está bien -dijo Don Ciervo-. Pero tú te quedas aquí. Si te vemos aparecer probarás mi cornamenta y la de toda mi familia.

Lupo se quedó allí, viendo cómo todos se iban a la cueva. El pobre lobo no tenía ningún lugar al que ir, pues la cueva a la que todos se dirigían era su propia guarida.

Cuando los animales llegaron a la cueva que les había dicho Lupo y comprobaron que era segura se acomodaron allí. El Gran Búho empezó a hacer recuento. Pero no hizo falta. Pronto empezó a cundir el pánico. ¡Faltaban media docena de cachorros de diferentes especies!

-Es peligroso, pero hay que salir a por ellos -dijeron los adultos.
Pero justo en ese momento cayó un rayo junto a la cueva e hizo caer un gran árbol justo delante de la entrada. Era imposible salir. Solo los pájaros podían, pero la lluvia y el viento no les dejarían ir muy lejos.

Entretanto, los cachorros que se habían escapado iban en busca de Lupo. Ellos sabían que la cueva a la que se dirigían era la guarida del pequeño lobo, pues habían ido a jugar con él a escondidas muchas veces. No podían dejar a su amigo solo.

-¿Qué hacéis, insensatos? -les dijo Lupo cuando se encontró con ellos.

-Ven con nosotros. Es injusto que te quedes sin refugio. Es tu hogar. Nosotros te defenderemos de los mayores.

Pero la lluvia era ya muy intensa, y caían rayos por todas partes. Tenían que ponerse a salvo.

-Venid, conozco otro lugar -dijo Lupo-. Es la cueva de un oso. Pero no temáis. Somos amigos. Seguro que nos ayudará.

LLa gran tormentaupo ayudó a sus amigos a llegar la cueva del oso. El oso los acogió y juntos esperaron a que terminara la tormenta.

Pero cuando los cachorros volvieron al bosque y no encontraron a sus padres se empezaron a preocupar. Los pájaros les contaron que solo los pájaros pequeños habían conseguido salir de la cueva.

-Pidamos ayuda al oso y vayamos a buscarlos -dijo Lupo.

Lupo, el oso y los cachorros fueron a la cueva donde estaban todos refugiados. Con gran esfuerzo, el oso consiguió mover un poco el árbol caído, lo justo para que empezaran a salir los animales.

-Gracias, amigo oso. Gracias Lupo. Sin vosotros no lo habríamos conseguido.

Desde ese día Lupo es recibido en el bosque como uno más. Y el oso, que nunca se había planteado formar parte de aquella curiosa comunidad, empezó a pasar mucho más tiempo con ellos.
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