La fiesta de disfraces
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La fiesta de disfraces

Edades:
A partir de 6 años
La fiesta de disfraces Sara y Lara no se podían ni ver. Se conocían de toda la vida. Habían ido juntas al mismo colegio desde pequeñas y vivía en el mismo edificio. Pero no se soportaban.

Cuando se veían a lo lejos, Sara cruzaba la acera. Y si Sara no había podido cruzar, Lara se giraba hacia un lado y fingía hablar por teléfono. Fingía por partida doble, porque ni siquiera tenía teléfono.

En clase, siempre se ponían lo más lejos que podían la una de la otra. Lo mismo hacían en el patio del recreo y en cualquier lugar en el que coincidieran.

Todos en el colegio conocía su eterna enemistad, incluso los profesores. Y para evitar problemas, procuraban que no estuvieran demasiado cerca.

Un día, Tamara, que era amiga de Sara y de Lara, decidió que aquello tenía que acabar. Que no es que se quisiera meter ella en la vida de nadie, es que esas dos se llevaban mal sin razón, porque no habían hablado en la vida.

Así reunió a sus compañeros de clase y les propuso un plan.

—Tenemos que hacer algo. Que no es quiera meterme ella en la vida de nadie, es que esas dos se llevan mal sin razón, porque no han hablado en la vida.

—¿Algo les habrá pasado? —dijo uno de los compañeros.

—Que no, que les preguntas y no saben por qué no se soportan —insistió Tamara.

—Hagamos esa fiesta de disfraces entonces y forcemos un encuentro —dijo una de las compañeras de clase.

Tamara le contó el plan a una de las maestras, y le pareció buena idea.

—Me parece buena idea. Haremos una fiesta en todo el centro y así será más fácil que funciones vuestro plan.

Y así llegó el día de la fiesta de disfraces. Tamara había convencido a sus amigas por separado de que se disfrazaran de pingüino.

—Iremos juntas y nos presentaremos al concurso de disfraces en parejas —les había dicho Tamara a sus amigas, a Lara, por una parte, y a Sara por la otra.

A ellas les gustó la idea y se disfrazaron de pingüino.

Pero Tarama no se disfrazó de pingüino, sino de robot. Así que cuando Sara y Lara se encontraron pensaron que la otra era Tamara, así que empezaron a hablar como si nada. Se lo pasaron genial, sin darse cuenta de la trampa.

YLa fiesta de disfraces cuando finalmente se anunció a los ganadores, ellas consiguieron el premio al disfraz de parejas. Premio que estaba amañado, claro está, porque todos sabían lo que estaba pasando menos Sara y Lara.

—Quitaos las cabezas de pingüino para recibir vuestro premio, por favor —dijo la profesora que entregaba los premios.

Al hacerlo, Sara y Lara se miraron y se quedaron quietas y calladas. Hasta que, a la vez, dijeron:

—¿No? ¿Tú? ¡No puede ser! ¿En serio?

Y empezaron a reírse a carcajadas. A partir de entonces se hicieron muy amigas. Se dieron cuenta de lo tontas que habían sido y de lo mucho que tenían en común. Por supuesto, a Tamara le agradecieron muchísimo aquello, así como a todos los que habían colaborado para que ellas se descubrieran de verdad, a pesar de conocerse de toda la vida.
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