En busca del remedio para el malhumor del capitán Malabarba
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En busca del remedio para el malhumor del capitán Malabarba

Edades:
A partir de 6 años
En busca del remedio para el malhumor del capitán Malabarba El capitán Malabarba era famoso por su malhumor. Todos los piratas que viajaban con él le temían, y por eso hacían lo que él ordenaba. No vivían mal, la verdad sea dicha, pues nunca les faltaba de nada. Pero el ambiente era insufrible cuando el capitán Malabarba aparecía.

También viajaba en el barco la hija del capitán, Lucinda. Hubo un tiempo en el que el capitán Malabarba había sido un padre ejemplar. Y también un pirata amado por la tripulación. Pero desde que perdió a su mujer, la madre de Lucinda, todo había cambiado.

Un día, el barco llegó a una pequeña isla en la que solo habitaba una anciana hechicera conocida por tener remedio para cualquier mal. Mientras los piratas descansaban en la isla y recogían víveres y agua para el camino, Lucinda fue a ver la hechicera.

-Necesito un remedio para el malhumor de mi padre -dijo la niña-. Sufre. Y los demás con él. No puedo mantener una conversación con él, ni hablarle de nada. Siempre está enfadado. La tripulación incluso teme que el capitán les haga daño cuando tienen que decirle algo que no le gusta. Estoy dispuesta a hacer lo que haga falta.

-Haré una poción, jovencita -dijo la hechicera-. Pero necesito para ello un ingrediente especial: un pelo de la barba de tu padre cortado cuando esté despierto.

-Pero, ¡eso es imposible! -dijo Lucinda.

-Es la única solución -dijo la hechicera.

-No me dejará acercarme a él -protestó la niña-. ¿No te vale si está cortado mientras duerme?

-No, pequeña, así no vale -dijo la hechicera-. Dijiste que estabas dispuesta a hacer lo que hiciera falta. Pues ya sabes lo que debes hacer.

Lucinda se fue preocupada. ¿Cómo iba a conseguir un pelo de la barba de su padre? Sería más fácil conseguir un diente de tiburón vivo que un pelo de la barba del malhumorado de su padre.

Pero Lucinda dijo la verdad: estaba dispuesta a hacer lo que hiciera falta. En otras palabras, debía convencer a su padre para que se dejara cortar un pelo de la barba. Pero, para esto, primero tenía que conseguir que hablara con ella. Y teniendo en cuenta que apenas lo veía, iba a ser complicado. Por eso decidió llevarle personalmente el desayuno por las mañanas. Cuando el cocinero del barco recibió la noticia de que ya no tendría que ir él se puso muy contento, aunque también algo preocupado por la niña.

Así, Lucinda empezó a ver a su padre todas las mañanas con una gran sonrisa en la cara. El capitán Malabarba la recibía gruñendo, pero Lucinda decidió no hacerle caso y seguir sonriendo. Poco a poco, los gruñidos del capitán Malabarba fueron disminuyendo. Cuando esto ocurrió, Lucinda decidió llevarle la comida y también la cena.

Los días iban pasando y el capitán Malabarba se fue acostumbrando a la presencia de su sonriente hija. Un día este le preguntó a la niña si deseaba comer con él. La niña accedió. Hablar no hablaban, aunque la niña lo intentaba. Aún así, Lucinda no perdía la sonrisa.

Al cabo de varias semanas el capitán Malabarba empezó a conceder algunas palabras a su hija. Hasta que un día, durante el desayuno, el propio capitán Malabarba le preguntó:

En busca del remedio para el malhumor del capitán Malabarba-Dime, Lucinda, ¿qué pretendes conseguir con todo esto?

-Un pelo de tu barba, papá -dijo la niña.

El capitán cogió unas tijeras y se cortó un largo pelo de su barba.

-Aquí tienes -le dijo-. ¿Vendrás a comer conmigo hoy?

-¿Por qué no iba a hacerlo? -preguntó la niña.

-Ya tienes lo que quieres -dijo el capitán Malabarba-. ¿Por qué ibas a querer volver a estar con el malhumorado de tu padre?

Entonces Lucinda se dio cuenta de que ya había conseguido lo que quería: había conseguido recuperar la relación con su padre, el cual, a todas luces, estaba de mucho mejor humor durante todo el día, aunque ella no había reparado todavía en ello.

-Hoy comeré contigo y te contaré para qué quería el pelo -dijo Lucinda.

Cuando el capitán Malabarba escuchó la historia sintió gran ternura y emoción, y su humor volvió a ser el que había sido años antes.

Es increíble lo que se puede conseguir con un poco de tesón, paciencia y amor. ¿No crees?
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