El vendedor de flautas mágicas
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El vendedor de flautas mágicas

Edades:
A partir de 8 años
El vendedor de flautas mágicas Había una vez un vendedor de flautas que se recorría el mundo ofreciendo sus maravillosos instrumentos. Pero este vendedor no ofrecía flautas normales, no. Lo que vendía eran flautas mágicas.

-Miren qué maravillosa música nace de estas flautas mágicas, que hacen que todo el que la escuche se ponga a bailar -decía el vendedor, de plaza en plaza. Y se ponía tocar. Y, como por arte de magia, todo el mundo empezaba a bailar.

-Compren hoy, no esperen, pues esta noche emprenderé mi viaje y no volveré más -decía el vendedor.

La gente hacía cola para comprar las flautas mágicas que llevaba aquel vendedor, y que tanta alegría les había llevado con su música.

Un día llegó a un pueblo muy pobre y muy triste. La gente disfrutó mucho con la música del vendedor de flautas. Pero solo una niña se acercó a comprar.

-Deseo tanto que mi padre baile que con la única moneda que me queda compraré una de tus flautas mágicas.

El vendedor le dio la flauta a la niña y se fue enseguida.

La niña volvió con la flauta a casa muy contenta y empezó a tocar para su padre. Pero su padre no se movía.

-Te han engañado, hija -dijo el hombre-. Ninguna flauta hará que un paralítico como yo pueda levantarse de la silla y andar, mucho menos bailar.

La niña salió corriendo a buscar al vendedor de flautas. Como llovía y hacía mucho viento el hombre se había refugiado a la salida del pueblo.

-Su flauta no funciona -dijo la niña.

-Para que funcione tienes que tocar con dulzura e ilusión, pequeña -dijo el vendedor de flautas.

-¿No podría venir usted a mi casa y tocar para mi padre? -dijo la niña-. Así podría usted pasar la noche a cubierto y dormir un poco.

El hombre aceptó la oferta de la niña y se fue con ella, confiando en que su talento sería suficiente para que el hombre bailara.

Cuál fue su sorpresa al ver que aquel hombre era paralítico. La explicación que le dio a la niña era la misma que daba siempre que alguien decía que su flauta no funcionaba, pero aquella vez era diferente. Pero era demasiado tarde para salir y tuvo que improvisar.

-¿Habéis cenado ya? -dijo el vendedor de flautas.

-Estoy haciendo un caldo en el puchero con unas hierbas silvestres y un poco de pan duro -dijo la niña-. Somos pobres y no tenemos para más, pero compartiremos la cena contigo con mucho gusto.

-Yo tengo por aquí algo de queso, un poco de embutido y unas frutas que también compartiré con vosotros -dijo el vendedor.

La niña y su padre su pusieron muy contentos y empezaron a cenar. Charlaron y cantaron hasta que se quedaron dormidos. El vendedor de flautas se despertó enseguida y, cuando se preparaba para salir, el hombre le llamó.

-Tus flautas no son mágicas -le dijo.

-El vendedor de flautas mágicasNo, no lo son -dijo el vendedor-. La magia la pone la gente con su ilusión y sus ganas de divertirse. Yo solo les doy un aliciente. No me consideres un estafador, más bien un ilusionista, un mago. No me había parado nunca a pensar que algo como esto pudiera ocurrir.

-No te culpo -le dijo el hombre-. Todos tenemos que sobrevivir. Si lo deseas, puedes vivir aquí, con nosotros. Yo no puedo trabajar y mi hija es aún muy joven. Te ofrezco un techo y una familia. Es poca cosa, lo sé, pero es lo único que te puedo ofrecer.

El joven vendedor de flautas aceptó, pues estaba cansado de ir de acá para allá, sin tener un lugar al que volver ni nadie con quien compartir la vida.

-¿Le contaremos la verdad a la niña? -preguntó el vendedor de flautas.

-Seguro que eres capaz de inventar algún cuento para explicarle por qué no funciona la flauta -dijo el hombre-. No te preocupes, con el tiempo lo entenderá. Ahora ilusión y esperanza es lo único que necesita.

Y vivieron felices durante muchos muchos años.
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