
HabÃa una vez un pirata muy patoso. Por eso se le conocÃa como el pirata Malapata. Y era cierto, porque nadie en la historia de la piraterÃa habÃa tenido nunca tan mala pata como él. Incluso una de sus piernas era una pata de palo, pero una pata de palo con muy mala suerte.
Todo empezó el dÃa que le pusieron la pata de palo. Como no habÃa otra cosa en el barco se la hicieron con los restos de una mesa vieja. Y muy vieja debÃa de ser, porque al tercer paso que dio el pirata la pata se le partió y se cayó de bruces. A punto estuvo el pirata de perder los dientes.
Desde aquel momento lo empezaron a llamar como se le conoce desde entonces: pirata Malapata. Después de aquello el pirata tuvo que esperar a llegar a puerto para conseguir otra pata de palo.
Cuando el pirata Malapata por fin consiguió una pata de palo nueva pensó que todo cambiarÃa y que se librarÃa del mote. ¡Qué equivocado estaba! Nada más salir a la calle se resbaló y se cayó hacia atrás, con tan mala suerte que la pata le salió disparada y le dio a un caballo que esperaba allà cerca.
El caballo, con el susto, empezó a correr, llevando con él el carro al que estaba atado. Encima del carro habÃa un hombre que, al no poder reaccionar a tiempo, se cayó del carro y dio a parar a un charco.
Solo después de arrollar varios puestos de venta de comida y enseres y de provocar todo tipo de caÃdas y atropellos consiguieron detener al caballo.
El pirata Malapata tuvo que volver a que le hicieran otra pata de palo. Esta vez se la ajustaron mejor, pero no acabaron con ellos sus problemas. Porque cuando salió de nuevo a la calle pisó sin darse cuenta la cola de un perro, que salió corriendo, asustando a otros perros, a varios gatos e incluso a una mula que esperaba ataba a un poste.
Esta vez no hizo falta cambiar la pata de palo del pirata Malapata. Pero solo fue el principio de una larga lista de desventuras en las que siempre estaba implicada la dichosa pata.
â

€”Tal vez deberÃa cambiar mi pata de palo por otra —dijo un dÃa el pirata a sus compañeros.
—Tal vez deberÃas tener más cuidado y mirar por dónde vas —dijo el pirata cocinero.
—Pero la primera se partió porque era madera vieja, y la segunda se escapó porque estaba mal enganchada —dijo el pirata Malapata.
—Pero a esta no le pasa nada —le dijo pirata cocinero—. Asà que deja de pensar en que es culpa de la pata y empieza a tener más cuidado. Que te llamen Malapata no justifica que no vayas más atento.
Desde entonces el pirata Malapata procura ir más atento y ya no tiene tantos accidentes. El mote no lo ha perdido. La diferencia es que ahora no es más que un recuerdo, una anécdota para recordar viejos tiempos.