El pequeño aventurero
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El pequeño aventurero

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El pequeño aventurero Esta historia ocurrió en una aldea diminuta. Tan diminuta era que sus habitantes usaban las margaritas de parasol y se escondían detrás de la hierba del campo.
La gente que vivía en esta aldea era pequeña en altura, pero tenían un gran corazón. Todos se ayudaban y nadie pasaba necesidad en este lugar tan peculiar.

En esta pequeña aldea vivía un niño muy alegre y soñador. Un día decidió emprender la gran aventura de su vida, y salió de su aldea para conocer mundo. Toda la gente le decía que no se fuera, que las cosas fuera de la aldea eran muy diferentes. Pero él quería verlo con sus propios ojos. Metió sus cosas en una bolsa hecha con una hoja, la ató a una ramita, se la echó al hombro y emprendió el viaje.

A las pocas horas de empezar su camino sintió sed, y se acercó a una fuente que había por allí cerca. Pero la fuente estaba muy alta y no podía coger agua. En ese momento se acercó un niño grande, como nosotros, para beber de la fuente. El pequeño aventurero le pidió que le diera de beber, pero el otro niño no le hizo caso, ni siquiera lo miró. Y se fue.

Con mucho esfuerzo, el pequeño aventurero logró llegar a la fuente. Bebió y siguió su camino.
Cuando cayó la noche buscó un lugar para refugiarse, pero hacía frío y las alimañas de la noche acechaban por allí. Vio una casa unos metros más allá, y decidió acercarse a pedir cobijo. Llamó a la puerta y….
-¿Tú? ¿Otra vez? ¿Qué haces, pequeño bicho con piernas?
El mismo niño que el pequeño aventurero se había encontrado en la fuente era quien abrió la puerta.
-¿Podrías dejarme entrar y pasar aquí la noche? Tengo frío, mi casa está lejos y no tengo dónde ir.

De repente, a aquel niño tan desagradable se le ocurrió una idea, una idea muy malvada.
-Pasa, pasa. Te traeré algo para que pases la noche.
Aquel muchacho se deslizó por detrás de una puerta y apareció con un bote de cristal. Pero lo llevaba escondido tras su espalda, así que el pequeño aventurero no pudo verlo. Y en cuanto despistó aquel niño metió al pequeño aventurero en el bote.
-¿Qué haces? ¿Sácame de aquí?
-¡Ja ja ja ja! -se rió el niño-. Ahora eres mi trofeo. Mis amigos van a alucinar contigo. Ellos tienen orugas y bichos voladores. ¡Pero yo tengo un duendecillo silvestre!
-¡No soy un duende, soy un niño! -replicó el pequeño aventurero -. ¡Y tampoco soy una mascota!

Pero al pequeño aventurero no le sirvió de nada gritar. Su secuestrador cerró el bote y se fue a dormir.
Sin saber qué hacer, nuestro pequeño amigo se lamentó de su mala suerte y empezó a pensar que, tal vez, tendría que haber escuchado lo que le decían los sabios de la aldea.
En ese momento alguien apareció junto al niño. ¡Era el Hada del Lago, la que vive oculta bajo las aguas de la charca donde pescan en la aldea del pequeño aventurero!
-¡Qué susto me has dado! -dijo el niño, un poco asustado -. ¿Cómo has entrado aquí?
-Soy un hada y tengo poderes, ¿recuerdas? - respondió ella con voz dulce.
-Entonces podrás sacarme de aquí, ¿verdad?
- Claro. Solo tienes que cerrar los ojos y desearlo con todas tus fuerzas. Yo haré el resto.
- ¡Deseo salir del bote!

EEl pequeño aventurerol bote se abrió, el pequeño aventurero trepó para salir y descendió como pudo de la mesa en la que estaba subido. Pero al caer hizo ruido y despertó al niño.
- ¿Eh a dónde vas? ¡Vuelve aquí! ¡Vuelve!

El pequeño aventurero echó a correr y el niño hizo lo mismo detrás de él. Estaba a punto de alcanzarlo cuando de repente el niño tropezó con una gran piedra y cayó al suelo.
-¡Ay! ¡No puedo moverme! ¡Ayúdame, por favor! -dijo el niño.
-¿Por qué iba a hacer eso? -respondió el pequeño aventurero-. Me has encerrado como a un bicho y querías usarme para presumir ante tus amigos. Y ayer me negaste ayuda cuando te pedí que me ayudaras a beber agua.
-Lo siento, pequeño amigo. Ayúdame. Te prometo que te ayudaré a volver a tu casa y que nunca más volveré a ser tan egoísta y desagradable.
-Está bien, te ayudaré. Pero no sé muy bien cómo voy a hacerlo, eres demasiado grande.

El Hada del Lago, conmovida por la compasión y la generosidad del pequeño aventurero, se acercó al niño.
-Yo te ayudaré -dijo-. Tu arrepentimiento es sincero y estoy segura de que ya has aprendido la lección.

Los niños se fueron muy contentos. Ambos habían aprendido una gran lección. Desde entonces se han hecho grandes amigos, y quedan de vez en cuando. Ahora el pequeño aventurero tiene alguien con quien viajar seguro.
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Análisis de sus valores
Este cuento nos enseña lo valioso que es que seamos capaces de perdonar y ayudar a todo el mundo, incluso a quienes nos han hecho daño. Porque nosotros también podemos equivocarnos y portarnos mal con alguien, y seguro que nos gustaría que nos dieran una segunda oportunidad y nos perdonaran. En este tipo de situaciones ser rencorosos sólo nos servirá para ser menos felices
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