El misterio de la casa del tío Vicente
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El misterio de la casa del tío Vicente

Edades:
A partir de 6 años
El misterio de la casa del tío Vicente Aitor estaba muy disgustado: le tocaba pasar el verano en casa de su tío abuelo Toño, en un pequeño pueblo muy lejos de su casa.

—Allí no hay nada que hacer, mamá —protestó Aitor—. Ese pueblo está muerto. Son cuatro casas viejas mal puestas y hace un calor horrible.

—En verano se anima bastante, porque hay mucha gente que pasa las vacaciones allí —dijo su madre—. Además, el río está cerca y podrás ir a bañarte con otros niños.

—¿Qué niños? —preguntó Aitor—. Pero, si cuando fuimos en Semana Santa, ¡no había un alma!

—Que te digo que en verano es diferente y se anima mucho —dijo mamá.

—Y ¿qué me dices del wifi? —insistió Aitor—. El tío Toño no tiene Internet y los datos móviles van fatal.

—Tranquilo, que entre jugar con los niños, montar en bicicleta y ayudar a tu tío con el huerto y las vacas estarás bien entretenido.

—¡¿Qué?! —exclamó Aitor—. ¿Meter las manos en la tierra? ¿Atender a las vacas? ¡Ni loco!

—Ya verás como no es para tanto —dijo su madre.

A regañadientes, Aitor se subió al coche. Llevaba todos sus aparatos y un montón de inventos para intentar captar una buena señal de Internet, fuera como fuera.

Nada más llegar, Aitor se encontró que la plaza del pueblo estaba llena de niños.

—¡Vaya! —exclamó Aitor.

El muchacho se bajó del coche y se acercó. Algo pasaba. Y allí estaba, su tío Toño, rodeado de niños. Aitor llegó a tiempo para oírle decir:

—En casa del tío Vicente corre la gente, qué pasará.

—¿Qué hay? —preguntó un niño.

—¿Qué hace allí tanta gente? —preguntó una niña.

—¿Dónde está esa casa? —preguntó Aitor.

—Hombre, mozo, qué alegría verte —dijo el tío Toño—. Este es mi sobrino Aitor, bueno, mi sobrino nieto. Mira, majo, cuánta gente joven hay este año.

Aitor saludó a todos los que estaban por allí.

—Vamos a instalarte y después de cenar sales un rato con los demás —dijo el tío Toño.

—¿Por la noche? —preguntó Aitor—. Pero si solo tengo diez años, tío.

—Pero en los pueblos la cosa es diferente, mozo —dijo el tío Toño—. Aquí la gente joven se junta por las noches en el caño, hablan, juegan y se divierten. Además, este año tenéis que resolver el misterio de la casa del tío Vicente.

—Pero no conozco a nadie —dijo Aitor.

—¡Nada! —dijo el tío Toño—. Aquí todo el mundo se entiende. Ya verás.

Esa misma noche, Aitor fue al caño. Allí estaban los niños que había visto al llegar.

—Hola, Aitor —le saludaron un grupo de varios niños y niñas. Se presentaron, y entraron en materia.

—Tenemos que averiguar dónde está la casa del tío Vicente en primer lugar y luego enterarnos a ver qué hace allí tanta gente —dijo Juanito, el que parecía más mayor del grupo.

—Mañana cogemos las bicicletas y recorremos el pueblo preguntando a la gente —dijo Lucía, una niña con pinta de ser muy curiosa—. La gente de los pueblos sabe muchas cosas. Y si les preguntan, te cuentan lo que quieras y un poco más.

Y así se pasaron el verano, investigando el misterio de la casa del tío Vicente. Cuando el verano se acercaba a su fin, todavía no habían resuelto el misterio.

Un día, la madre de Aitor se presentó por sorpresa.

—Todavía faltan diez días, mamá —dijo Aitor, con pena—. ¿Qué haces aquí?

El misterio de la casa del tío Vicente—Asegurarme de que todo va bien —dijo su madre.

—Todo va genial, pero no hemos resuelto el misterio de la casa del tío Vicente aún —dijo Aitor.

—Cuéntame —dijo su madre.

—Hay que resolver esto: En casa del tío Vicente, con tanta gente, corre la gente, qué pasará.

—Muy fácil, hijo —dijo su madre—. Son las mozitas del pueblo, leré, que con los mozos, leré, quieren bailar.

—¡No! —exclamó el tío Toño—. Que era un secreto. Se lo íbamos a cantar todos los vecinos a los muchachos el último día.

—No entiendo nada —dijo Aitor.

—Es una canción popular de esta zona, mocete —dijo el tío Toño—. Mira, hacemos una cosa, te la enseño y me guardas el secreto. Solo quedan unos días.

—Vale —dijo Aitor, emocionado con la idea de hacer de cómplice de la broma que con tanto cariño habían preparado los vecinos del pueblo.

Y así pasó el primero verano de Aitor en la casa del tío Toño. El primero, que no el último, porque desde entonces vuelve todos los años en vacaciones. Y sin aparatos con wifi. Total, para qué, si tenía tiempo de usarlos.
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