El leñador avaricioso
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El leñador avaricioso

Edades:
A partir de 6 años
El leñador avaricioso Había una vez un leñador que trabajaba de sol a sol cortando leña, la cual vendía cuando caía el sol. Trabajaba tanto que no le quedaba tiempo para nada más. Por eso iba siempre con la ropa vieja y rota. No tenía tiempo ni para cortarse el pelo o afeitarse la barba.

Así, con el paso de los años, el leñador amasó una pequeña fortuna. Pero nadie lo sabía. De hecho, viéndole, todo el mundo pensaba que era pobre. Por eso todos los vecinos le compraban a él la leña, incluso se la pagaban más cara para echarle una mano. El leñador, viendo que la gente pagaba más, pedía cada vez más por ella. Aun así, la vendía toda, porque los vecinos pensaban que necesitaba el dinero porque estaba ayudando a alguien, tal vez unos padres enfermos.

Un día, en el pueblo hubo un gran incendio. El leñador vio el fuego desde el bosque. Asustado, dejó todo lo que estaba haciendo y corrió hacia allí.

Cuando llegó al pueblo, varias casas habían ardido ya. El fuego estaba cerca de la suya. Los vecinos se habían organizado, pero aún no tenían el fuego controlado.

—¡Leñador, echa una mano! - gritaban los vecinos—. Coge tu hacha, que así serás muy útil.

Pero el leñador se hizo el sordo y se fue a su casa para poner a buen recaudo su fortuna. En ello estaba cuando una chispa saltó y prendió el tejado de la casa del leñador.

—¿Dónde está el leñador? —empezaron a preguntar los vecinos.

Uno de ellos, en un acto de valentía, entró a mirar en la casa. Y allí lo encontró, contando el dinero y metiéndolo en sacos. El vecino, consternado ante aquella escena, dijo:

—¿Qué haces, hombre? ¡Vamos, sal, que tu casa está ardiendo!

El leñador se había quedado tan absorto con su dinero que ni siquiera se había dado cuenta de que su casa ardía.

Rápidamente cerró los sacos y los arrastró fuera de la casa, justo a tiempo de que esta se derrumbara.

Pero los sacos pesaban tanto que se habían rasgado al sacarlos fuera, así que todos los vecinos pudieron ver lo que había dentro de ellos.

Los vecinos se quedaron sin palabras. Lo único que acertaron a hacer fue marcharse y dejarlo allí, mientras veía su casa arder.

Durante los días siguientes todos los vecinos colaboraron para reconstruir el pueblo. Pero nadie se preocupó de ayudar al leñador, que tuvo que ocuparse él solo de rehacer su casa.

El leñador avariciosoDespués de aquello ya nadie volvió a comprarle leña al leñador. Puesto que nadie le compraba la leña, el leñador dejó de trabajar.

Pasaron los años y el leñador seguía en su casa, solo y aburrido, con la única compañía de su dinero. Entonces una terrible enfermedad asoló el pueblo. Como el leñador no se relacionaba apenas con nadie no se infectó.

El leñador, al enterarse, cogió su dinero y viajó a la ciudad. Allí contrató médicos y compró medicinas y vacunas, con lo que salvó a todos sus vecinos.

Desde entonces el leñador volvió a ser uno más y nunca más volvió a estar solo. Porque ser querido y tener gente con la que compartir el tiempo es lo mejor de la vida.
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