El genio Lombardo
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El genio Lombardo

Edades:
A partir de 4 años
Valores:
El genio Lombardo Corría el rumor de que, en el pueblo, en una casa que llevaba varias décadas abandonada, vivía un genio dentro de una lámpara. Se llamaba Lombardo. Era de color morado, como esa verdura parecida al repollo que a tan pocos niños gusta. Tenía una cabellera dorada y una gran sonrisa reluciente. Al menos, antes la tenía. Ahora parecía estar escondida.

La cuestión es que, aunque se decía que tenía el poder de conceder deseos a las personas, nadie acudía a él. Nadie se fiaba del genio porque la gente mayor del pueblo decía que era un completo desastre. Que todas las veces que había intentado ayudar a alguien había liado una buena. Por ejemplo, había intentado ayudar a un agricultor a conseguir aumentar su cosecha de melocotones y, en vez de eso, había traído una plaga de hormigas que lo habían devorado todo.

Otra vez, una chica le había pedido ayuda para que su melena creciese más rápido y, al final, le salió pelo por toda la cara como a un lobo. Uno de los últimos desastres que la gente del pueblo recordaba era cuando el genio había tratado de que el agua volviese a brotar de un manantial que llevaba años seco y lo que logró fue inundar todo el pueblo. Por todo eso y mucho más ya nadie pedía deseos a Lombardo. Por lo tanto, era un genio no famoso por sus proezas, sino por sus chapuzas.

Un día, un niño que había llegado hacía poco tiempo con su familia al pueblo escuchó la historia de la lámpara y el genio. Se la habían contado con todo lujo de detalles, pero no se la terminaba de creer. Así que decidió ir a ver a Lombardo.

Al llegar a la casa abandonada, pudo escuchar los lamentos del genio. Estaba triste porqueEl genio Lombardo ya nadie recurría a él. Tanto había llorado que se había formado un charco inmenso de agua en el suelo del que brotaban nenúfares y en el que nadaban peces de todos los colores. El niño le intentó consolar. Explicarle que, tal y como él había aprendido, debía hacer las cosas con más calma pensando en las consecuencias. Lombardo escuchó atento todos los consejos de aquel niño tan sabio. Consejos que enseguida puso en práctica. Pronto volvió a ser el genio que siempre había sido. Solo poniendo un poco de paciencia y cariño a las cosas.
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