El gatodrón
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El gatodrón

Edades:
A partir de 4 años
El gatodrón Había una vez un inventor que tenía un gato muy juguetón. Lo que más le gustaba a este gato era correr detrás de los pájaros. En el parque, en la plaza, en el campo… cualquier sitio era bueno para perseguir pajaritos. Pero el pobre gato nunca cazaba a ninguno, y eso le hacía estar muy triste.

El inventor se dio cuenta de que su gato estaba muy apático. Y no le gustaba nada. El pobre felino, siempre feliz y contento, yacía junto a una caja de cartón, día y noche, con la cara entre las patas. No comía, apenas bebía nada y no hacía caso a ninguno de sus juguetes.

-¿Por qué no sales a cazar palomas, gatito? -le decía el inventor-. Mira, hay muchas en la plaza.

El gato, por respuesta, metía la cabeza bajo las patas.

El inventor estaba decidido a ayudar a su gato. Por su amigo, por supuesto, pero también en su propio beneficio. Porque ver al gato así le desconcentraba. Y lo necesitaba para inventar. Su gracia y su frescura siempre le inspiraban grandes ideas.

-Vamos, gatito, ayúdame, hazme una señal o algo -le dijo el inventor-. ¿Qué puedo hacer por ti? Vamos, vamos, échame una mano.

Entonces el gato se levantó y miró por la ventana. Varios pajaritos volaban libres y felices sobre los tejados.

-¡Eso es! -exclamó el inventor-. Te voy a hacer un gatodrón. Y podrás volar como los pájaros, detrás de ellos.

El inventor se puso manos a la obra. Midió al gato y le preparó un arnés a medida para que no se cayera. Sobre el arnés colocó cuatro motores de dron, suficientes para que pudieran con el peso del gato.

-Voy a ponerte un sistema de autocontrol para que tú mismo puedas dirigir el vuelo, amigo -dijo el inventor-. Pero no te hagas ilusiones, que yo también podré tomar el control. Que solo queremos jugar con los pajaritos, ¿verdad?

El gato parecía entender todo lo que le decía el inventor. Y rondaba a su alrededor, mirando con interés lo que hacía. Al inventor esto le encantaba porque, de alguna manera, le inspiraba.

-Bien, amiguito, esto está listo -dijo el inventor-. Vamos a ponerte el gatodrón.

Pero al primer intento el gato, con su gatodrón, se dio de bruces contra un árbol.

-Vaya, parece que los mandos que te he puesto no sirven -dijo el inventor-. Será mejor que te los quite y que yo mismo dirija el gatodrón a distancia.

Mientras el gatito se recuperaba del golpe que se había dado el inventor modificó el gatodrón.

El gatodrón-¿Listo? -preguntó el inventor.

El gato no parecía muy convencido. Pero entonces vio volar a los pajaritos y se metió en el gatodrón él solito.

El inventor lo puso en el aire. El gato era feliz. Los pajaritos se dieron un buen susto al verlo en el aire.

Después de un rato el inventor bajo al gatodrón del aire. El gatito salió del aparato un poco mareado, pero muy feliz.

Aquel día el gato volvió a perseguir pajaritos como lo había hecho siempre. Y cuando tenía un mal día se acercaba al inventor y le llevaba hasta el gatodrón. Volaba un rato y recuperaba el ánimo.

Muchos quisieron comprarle el gatodrón al inventor, pero este no quiso venderlo. ¡Con un gato volador asustando pajaritos era más que suficiente!
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