El gato y el trol
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El gato y el trol

Edades:
A partir de 6 años
Valores:
El gato y el trol Había una vez un trol que estaba muy hambriento. Ya se había comido toda la fruta de los árboles, las bayas de los arbustos y las hierbas que crecían en los caminos.

Los pájaros huían a su paso y con su canto avisaban a todo bicho viviente de su presencia para que todo el que pudiera huyera o se escondiera.

—Si no encuentro pronto algo que comer tendré que chupar piedras —se lamentó el trol.

Entonces, el trol vio que algo se movía en lo alto de un árbol. En una rama, un pequeño gato buscaba la manera de bajar.

—Hola, amiguito, pareces asustado, permíteme que te ayude a bajar de ahí arriba —dijo el trol, relamiéndose y babeando.

El gato, que era pequeño, pero no tonto, pronto entendió las intenciones del trol. Y no estaba dispuesto a ser su cena.

—Tengo miedo —fingió el gatito, que era un felino valiente y avispado.

El trol estiró la mano y le dijo:

—Salta, yo te cogeré. No temas.

Pero el gato no saltó. En su lugar, dijo:

—Tengo miedo. Mejor trepa por el árbol y cógeme. Así me sentiré más seguro.

El trol estaba feliz. El gatito confiaba en él y se dejaría coger. No tendría que correr tras él ni pensar en alguna forma de pillarlo. Él mismo se ponía en sus manos. El trol no podía creerse su buena suerte.

Pero el gato tenía otros planes y no encajaban en la idea del trol de ningún modo.

El trol empezó a trepar por el árbol lenta y torpemente. Cuando por fin llegó a la altura de la rama en la que estaba el gato, le dijo:

—Vamos, gatito, ven aquí, colócate en mi mano. Te bajaré con mucho cuidado para que sufras ningún daño.

Pero en lugar de eso el gato saltó sobre la cabeza del trol y bajó a través de su gruesa piel peluda hasta quedarse lo suficientemente cerca del suelo como para saltar sin miedo.

El gato y el trolY lo hizo todo tan rápido que el trol solo se dio cuenta cuando el gato ya estaba abajo.

—¡Ven, truhan! —gritó el trol—. ¡No escaparás!

Pero el gato había salido corriendo tan rápido que apenas pudo oír los gritos del trol.

El trol bajó del árbol y siguió mendigando por el bosque, comiendo hojas y chupando piedras.

—¡Ay, triste de mí! —se lamentaba el trol—. A este paso voy a tener que empezar a trabajar la tierra para tener algo rico que llevarme a la boca. ¡Ay, triste de mí, que voy a tener que trabajar para sobrevivir! ¡Ay!
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