El gamberro aburrido
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El gamberro aburrido

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A partir de 8 años
El gamberro aburrido Había una vez una ciudad preciosa en la que reinaba la paz y la tranquilidad. En esta ciudad todo el mundo respetaba a los demás. Nunca se veía un papel fuera de la papelera ni ninguna caca de perro en las aceras. Nadie sacaba la basura antes de tiempo ni salía a la calle oliendo mal. Tampoco había sonidos desagradables ni se oían ruidos fuertes a la hora de dormir. Era,simplemente, un lugar maravilloso para vivir.

Pero todo cambió el día que llegó a la ciudad la familia Pelines. John, el hijo del matrimonio Pelines, era un gamberro de cuidado. Lo habían expulsado de cinco colegios en tres años y sus padres no sabían qué hacer con él. Por motivos de trabajo habían llegado a la ciudad, que les acogió con los brazos abiertos, desconociendo el tipo de persona que era John Pelines.

Nada más llegar, aprovechando que sus padres estaban trabajando, John había rayado todos los coches que había encontrado a su paso, había llamado a todos los timbres del vecindario y había vaciado todas las papeleras y contenedores. Y, por si esto no fuera suficiente para saciar su sed de gamberrismo, John Pelines había orinado en todos los portales que pudo.

Durante días, John Pelines campó a sus anchas por la ciudad. Hizo pintadas en las paredes, rompió cristales, molestó a los ancianitos, lanzó todo lo lejos que pudo las pelotas de los niños que jugaban en el parque y puso la música todo lo alto que le permitían sus grandes altavoces bluetooth que paseaba por toda la ciudad conectados a su móvil donde no dejaba de sonar música heavy metal.

Pero como los padres de John Pelines estaban trabajando no se enteraban de nada. Y cuando la gente les decía algo, ellos respondían: “No exagere. Seguro que no es para tanto”.

La gota que colmó el vaso llegó el día que a John Pelines no se le ocurrió otra cosa que colarse en el depósito de agua y echar huevos pochos en él, junto con un colorante verde que había comprado en el supermercado. Esto hizo que el agua de toda la ciudad saliera verde y maloliente en grifos, duchas y fuentes. La gente entró en pánico creyendo que era una ataque biológico y que el agua estaba envenenada.

Cuando se supo lo que había pasado el alcalde decidió tomar cartas en el asunto.

-Encerremos a John Pelines -dijo el jefe de la policía.

-Expulsémosle -dijo el director del hospital.

-Tengo una idea mejor, vecinos -dijo el alcalde-. Vamos a privarle de su entretenimiento.

Nadie entendía nada, así que el alcalde se explicó.

-A John Pelines lo que le pasa es que se aburre y, para entretenerse, se dedica hacer estas cosas. Vamos a quitar los coches y las papeleras de las calles, a quedarnos todos en casa y a proteger absolutamente todo aquello que pueda ser manipulado o estropeado.

-¡Qué locura! -dijeron todos.

-Es la única manera que hay para que John Pelines descubra que hay otras formas de divertirse -dijo el alcalde-. Si no hay nada que estropear ni nadie a quien molestar, ¿qué hará entonces?

El gamberro aburridoEfectivamente, a los dos días de poner en marcha el plan, John Pelines estaba tan aburrido que lo único que pudo hacer fue estropear su casa y sus cosas.

Cuando arrasó con todo y salió de nuevo a la calle John Pelines no pudo por menos que echarse a llorar en medio de la plaza.

El alcalde, cuando lo vio, dijo:

-Justo como esperaba.

El alcalde llamó a sus hijos para que fueran a ver al niño.

-¿Quieres jugar? -dijo el hijo pequeño del alcalde.

-Vale -dijo John Pelines.

-Pero si haces trampa o preparas alguna gamberrada te vuelves a quedar solo -dijo el hermano mayor.

-Lo pillo -dijo John Pelines-. Sin trampas ni gamberradas.

Así fue como John Pelines aprendió que hay otras formas de divertirse. Sus padres también aprendieron una buena lección, aunque tuvieron que esperar a encontrarse su casa destrozada para hacerlo.
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